Pueblo Hundido, un ejemplo de matriohistoria local

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Me es particularmente grato hacer esta segunda reseña a libros referidos a la historia local; ésta vez intentaré poner de relieve un caso único en Atacama: un libro espléndido que trata sobre la actual Comuna de Diego de Almagro, fundada originalmente en el año 1972 como Comuna de Pueblo Hundido; por si ello no fuera suficientemente único, en ella se ha escrito un libro que posee una postura teórica riquísima como forma de entender el pasado sociocultural, éste libro, claramente, rompe con los estrechos moldes en que se ha desenvuelto nuestra tradición historiográfica regional y bien merece ser comentado como un logrado ejercicio de cruce entre métodos de investigación histórica y teorías provenientes de las ciencias sociales.

Los autores asumen el desafío de escribir lo que denominan “historia matria” o “matriohistoria” de su comuna, siendo éste el primer libro que trata sobre la historia de ese territorio, distinguiéndolo de Chañaral, comuna de la que se independizó administrativa y políticamente en el año 1972; los autores definen su enfoque como aquel que hace referencia en los acontecimientos de la vida cotidiana, los microrrelatos, así como las posibilidades que brinda la historia y las ciencias sociales, aquí lo importante son los microcosmos presentes en el terruño, los procesos históricos conformadores de identidad colectiva, aquí la subjetividad es integrada como un insumo precioso.

La Matriohistoria es un desarrollo teórico muy particular, distinto de otras denominaciones como la introhistoria, historia local o regional, historia popular, historia social, siendo similar a la microhistoria, si bien ésta última se centra más decididamente en sucesos ocurridos en territorios acotados; los autores intentan establecer una tensión entre matriohistoria y macrohistoria o historia total, es decir frente a aquel megarelato descriptivo único que intenta englobar al desarrollo sociohistórico en su conjunto, en este caso la Historia Nacional o Historia Patria, no se pretende como una oposición absoluta o paradigmática, sino que solo poner de relieve la importancia del terruño propio, el mundo pequeño, ignorado, traído a menos.

La matriohistoria no es solamente una historia a menor escala, una lupa con mas aumento, un mero detalle accesorio de la historia nacional, una crónica local mas acotada a un territorio físico más pequeño, no es tampoco una aplicación deductiva de la historia patria en la cotidianeidad local, la historia nacional no es la suma de todas las historias locales; la matriohistoria tiene lógica propia, autónoma de la historia nacional, no escapa de los grandes procesos históricos, sin embargo reivindica la subjetividad, la historia a escala humana.

Los autores adhieren al llamado “paradigma indicial”, el que, sintéticamente, pretende realizar un tratamiento intertextual de las distintas fuentes para reconstruir el pasado, con lo que se consigue deconstruir el duro discurso monolítico con que la historia oficial describe y solidifica el pasado; en segundo lugar esta mirada teórica aspira a superar la contradicción racional/irracional, ya que en la matriohistoria se conjuga lo real con lo imaginario; no elude al “hecho único”, irrepetible, que en “lo pequeño” puede ser más revelador que en el megarelato totalizante propio de la historia patria, basada ésta en mitos que se asumen como fundantes, generales y aplicables a una unidad tan abstracta e indivisa como lo es, por ejemplo, una Nación o un País; la matriohistoria, entonces, presenta una re-lectura del presente bajo un estrecho control de la voz del pasado, es por ello crítica, plantea preguntas, permite devolver la historia al ser humano, biográfico, con sus contradicciones, sueños, mezquindades y aspiraciones.

 

En la línea de Anthony Giddens, los autores echan mano a todo tipo de fuentes para construir su propio relato matriohistorico: bibliografía selecta, fotografías, relatos orales, pinturas, los individuos mismos, diarios antiguos, revistas, etc., todo lo que pueda leerse como un “reservorio de pasado”, se asume que toda fuente, por primaria que sea, también tiene su intencionalidad, su propia subjetividad escondida bajo una aparente objetividad neutra, es por ello que todas esas fuentes y sus datos son tratados como hechos en sí mismos y entremezclados en la lectura-escritura intertextual que antes mencionamos, para ir así dando coherencia al libro.

Otro punto interesante de esta mirada es el tratamiento de la memoria como recurso histórico, memoria y olvido, recuerdo y negación del pasado: consistentemente con el planteamiento que vienen realizando asumen que la memoria es parte de la matriohistoria, a diferencia de la historia clásica, para la cual la memoria no es suficientemente confiable como recurso histórico, por su cariz subjetivo; para la matriohistoria, en cambio, es un insumo precioso, más aún, la falta de memoria, el olvido, es una categoría activa de análisis, más aún por tratarse de una comuna que cambia de nombre, produciéndose un clivaje, una ruptura evidente en la temporalidad lineal de su historia, con un olvido forzado que deviene década a década en realidad, quedando por problematizar si el cambio de nombre, de Pueblo Hundido a Diego de Almagro, conlleva también un cambio de los contenidos culturales e identitarios que significan cada uno de esos dos nombres para sus actuales habitantes.

Finalmente, el planteamiento de los autores no esquiva ni esconde que ellos mismos son productos de la subjetividad, tanto como escritores como personas biográficas, antiguos Pueblohundianos, hoy Dieguinos, influidos también por corrientes de pensamiento, con aspiraciones, sueños, carencias, deseos, etc., es decir, el sujeto que escribe la matriohistoria asume que produce y es producido por la misma realidad sociocultural que describe e interpreta; con ello se plantea una nueva diferencia con la tradición historiográfica formal, la que basa su potestad monolítica en su supuesta objetividad y alejamiento de los sucesos y personas que describe.

¿Cómo hacer historia de un lugar tan poco conocido?, ¿Dónde encontrar fuentes para poder dar algún sentido de orden a los pocos datos que se conocen? ¿Qué es Pueblo Hundido?, ¿Cuándo nace Pueblo Hundido? ¿Cómo eran los primeros Pueblohundianos? ; los autores logran establecer una cronología del desarrollo sociocultural de Pueblo Hundido, segmentado por hechos significativos o clivajes que van dando lugar a distintos momentos en su historia, postulan etapas de desarrollo, de más a menos conocidas a medida que se avanza en el tiempo hacia el presente y van apareciendo más nutrida información, esto es ya otro mérito notable del texto que comentamos, ya que logra hacer historia donde se pensaba que no era posible, mejor aún, se hace matriohistoria, llena de cariño, de identidad, de potencial interpretativo, se escribe y relee un pasado que fundará nuevas realidades, es un tipo de historia abierta, en constante cambio.

El libro comienza intentando desentrañar el origen del nombre “Pueblo Hundido”, ya que no hay fecha de fundación formal, ni título de ciudad, postulan entonces cuatro tesis alternativas sobre tal designación: la primera basada en el sentido común geográfico que hace referencia a la orografía del lugar, que presenta una clara hondonada en el fondo del valle del río Salado; una segunda tesis se basa en la visita del Obispo Rafael Valdivieso, quien en el año 1841 describió en el lugar la presencia de ruinas de un pueblo que habría sido destruido por un gran evento sísmico, un eventual pueblo o caserío indígena? No lo sabemos, pero es una tesis posible y hermosa. La tercera mirada se extrae de Solano Asta-Buruaga Cienfuegos, quien en 1867 siendo director general de Correos de Chile, visita la zona y aparentemente describe también las ruinas de un pueblo indígena destruido cercano a vegas y pastizales, posiblemente el lugar que hoy se conoce como “Quinta Los Chañares”, una cuarta tesis sobre el origen de Pueblo Hundido se debe al ingeniero Francisco San Román.

Poco a poco el relato de los autores va pasando desde los orígenes mitológicos del Pueblo Hundido primigenio a los datos más nutridos sobre los inicios del asentamiento físico de Pueblo Hundido, aparecen los nombres de Quinta Los Chañares, “El Refresco de Pueblo Hundido”, “Punta de Rieles”, Don Basilio Cáceres, Manto Tres Gracias, Mina Carmen, etc., hitos geográficos y onomásticos que van caracterizando al pueblo real, al asentamiento corpóreo, a lo que se suma la importancia del diseño y construcción del ferrocarril longitudinal norte, el longino,  y del ferrocarril hacia Potrerillos, que definitivamente fijaron el nombre de Pueblo hundido a una posición geográfica conocida, impactando fuertemente su desarrollo económico e identitario como asentamiento humano.

La sólida formación de sus autores, así como el respaldo de su investigación historiográfica les permite establecer una cronología de hechos que periodifican el acontecer en Pueblo hundido; se describe de manera vívida las primeras décadas de vida de Pueblo Hundido, su paso desde la consolidación como punto ferroviario hasta su dependencia en materia económica del mismo, matizado todo con hechos y eventos de honda significación cultural: las cazueleras, como arquetipo de proveedoras locales a los pasajeros del tren, la salida a remate del pueblo, un accidente aéreo, así como la gran ocurrencia de incendios que afectaron a sus habitantes, aquí la matriohistoria se hace realidad como promesa teórica y huele a realidad tangible.

El relato alcanza sus más altos logros al entrar de lleno en los aspectos que marcaron su identidad cultural: cuando Pueblo Hundido fue percibido externamente como “un pueblo sin ley”, antro de prostitución, alcohol y violencia social, nace la leyenda negra de Pueblo Hundido, una nueva Sodoma en los límites australes del despoblado de Atacama, los diarios se llenan de crónica roja, aparecen los llamados “pisqueros”, traficantes de pisco y aguardiente hacia los enclaves mineros de mayor importancia, primero hacia Mina Vieja y Potrerillos en la segunda década del siglo XX y en un segundo momento histórico más tardío también  hacia El Salvador: “Pueblo Hundido, el ojo del infierno” rotula el diario “Avance” de Chañaral, ocurren duelos a pistola en sus calles polvorientas, los matones se adueñan de las noches pueblohundianas, las autoridades prometen tomar medidas, se pasa rápidamente del mito fundacional a la temática de la ausencia de autoridad y al temor por la autogestión violenta  de los pueblohundianos.

El texto sigue avanzando y se caracteriza de manera más contundente el tejido social nacido en Pueblo Hundido, el comercio, las organizaciones deportivas, comunitarias, sindicales, políticas, poco a poco va emergiendo en ellas la necesidad de autogobernarse, de transformarse en Comuna propia, desprenderse de Chañaral, nace aquí el llamado “Comité pro Creación y Reconocimiento de Pueblo Hundido”, en 1919, seguido de “El Centro pro Adelanto Local” en 1944,  y el “Centro para el Progreso”, en los inicios de la década de los 60`s, por nombrar solo a algunas de las organizaciones más significativas, quienes logran vertebrar las demandas por mejor calidad de vida e infraestructura comunitaria que el pueblo exigía, aparecen las necesidades de agua potable, salud, educación, contar con una plaza, un cementerio, luz eléctrica, demandas que en parte serán acogidas recién en el año 1972 cuando oficialmente Pueblo Hundido nace como comuna.

La periodificación de fondo planteada por los autores está conjugada complementariamente con la aparición de entrañables personajes populares locales, héroes y villanos, emerge, por ejemplo, doña Teodolinda Torres Carmona, formando la Cruz Roja Local, quienes comienzan a ofrecer los primeros servicios médicos a la población en una fecha cercana al año 1920, aparecen los primeros practicantes, Sres. Aurelio Méndez y Manuel Maturana; cuarenta años después aparece don Domingo Chuma Guerrero, practicante, quién por tres décadas brindó atención médica primaria; reaparece esa figura señera pueblohundiana, doña Teodolinda Torres Carmona, ésta vez a cargo de una escuela primaria para 100 alumnos, que funcionó bajó su dirección desde 1917 y por 15 años, hasta que tal dama emprende viaje hacia nuestro valle del Huasco, perdiéndose entre nosotros su enorme rastro sin una sola foto que retrate su figura. En el libro cobran vida personajes rescatados del olvido injusto, como el Cabo Matamoros, otros de tipo más pantagruélicos como Abel Montenegro, que se velaba  a sí mismo en un ataúd todas las noche, aparece ese patricio avecindado en Pueblo Hundido: el Chute Fuentes, filántropo y mecenas local, comunista y millonario, ángel y demonio; el libro reivindica a su primer alcalde, electo el año 1972 junto a la creación de la comuna, don Florencio Vargas, Varguitas, de filiación socialista, pero antes que eso pueblohundiano, quién al año siguiente sería sumariamente ejecutado al producirse el golpe de Estado de 1973; por las páginas del libro se deslizan seres humanos complejos, contradictorios, macondeanos, vivos.

El libro plantea además un capítulo de gran actualidad, referido al cambio de nombre que la comuna sufrió el año 1977, donde fruto de un concurso público la autoridad militar de la época determinó que Diego de Almagro sería su nuevo nombre, dejando atrás el pasado oscuro que el nombre de Pueblo Hundido representaba, lejano a la idea de progreso, modernidad y  reconstrucción nacional que la nueva autoridad prometía; los autores plantean además una mirada sobre un mito largamente extendido en la región, aquel relacionado a que una anónima secretaria habría cometido el error de escribir “Diego de Almagro”, cuando en realidad el nombre elegido había sido el de “Diego de Almeyda”, ilustre minero, si quiere ver una mirada distinta de este mito urbano-desértico no se pierda la oportunidad de leer el libro.

Este libro, cargado de amor por la tierra, que logró darle nombre a lo innombrado, que posibilita entender, de paso, el proceso socio-histórico en la zona de borde del Chile antiguo, es a mi juicio un ejercicio notable de síntesis de una enorme masa documental reunida por sus autores, sumado a un ejercicio intelectual de gran rigor, lo que permitió escribir la historia, la matriohistoria de Pueblo Hundido, cuya población hoy aún se pregunta qué nombre le parece más adecuado, si el actual Diego de Almagro o el antiguo Pueblo Hundido; éste rescate del pasado podrá generar a futuro, tal vez, algún tipo de plebiscito comunal que zanje el tema, al menos que ponga el tema del nombre en el presente y con ello todo lo que significa. Como nos enseñó Mario Benedetti: el olvido está repleto de memoria.

Ficha Técnica

Libro: “Pueblo Hundido… De la leyenda a la comuna, un homenaje al olvido”.

Autores: Marcos Parada Escobar y Gabriel Mánquez Vicencio

Quilombo Ediciones, Taller Cultural José Martí, Pueblo Hundido/Diego de Almagro; 199 páginas, primera edición año 2001, segunda edición año 2009, precio referencial $5.000.

         Franko Urqueta Torrejón, Taller Cultural José Martí, Pueblo Hundido, primavera de 2012
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