La Vendimia, esa proscrita

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En 1930, José Carocca Laflor le regalaba a Vallenar su es-cultura más famosa: La Vendimia, se instaló en la plaza de armas, se la cubrió con un espeso velo para preparar su próxima inauguración pública; el artista se comía las uñas esperando ese ansiado día. Para Carocca Laflor, su escultura re-presentaba a todo el valle del Huasco, su gente, su clima, su río, sus olores, la mujer que generosamente parió y sigue pariendo la vida en estos desiertos mágicos; fue su forma de devolver a su terruño el amor que le inspiró desde pequeño, desde esos días de su infancia, cuando se iba a las orillas del río Huasco, a dibujar bocetos, a colorear las imágenes que habitaban en su mente y que sus dedos prodigiosos lograban plasmar como un fotógrafo con pinceles.Llegó el día ansiado, en plena plaza, alcalde y comunidad desco-rrieron el velo que tapaba el inmenso volumen que ocupaba la escultura; La Vendimia apareció en todo su esplendor, en plena plaza, a todo sol, acompañada de los hermosos árboles que antes existían en la plaza y que bobos arquitectos actuales han cegado. Primero hubo silencio, luego murmullos… ¡Se trata de una mu-jer desnuda!, ¡En plena plaza!, ¡Y al frente de la Iglesia!, nadie dada crédito a lo que veían sus pueblerinos ojos, pronto, el acto de inauguración fue transformándose en un hormigueo de chis-mes y de críticas a media voz. Esa mirada, llena de hipocresía e ignorancia, fue creciendo con los años, ya en 1934, La Vendimia fue retirada de la plaza, de manera silenciosa y subrepticia fue llevada a una bodega municipal, donde estuvo más de una déca-da, encarcelada, transformada en dormitorio de palomas, trasto viejo, basura urbana, pecado del que no se habla, hasta uno de sus brazos fue desprendido de su cuerpo, así fue el trato ignomi-nioso que recibió.Más de diez años más tarde, y fruto de la presión de algunos ve-cinos mejor inspirados, La Vendimia fue sacada de su ostracis-mo, regresó a medias de su exilio, fue repuesta en la vía pública otra vez, pero ya no en la plaza de armas, sino que en la Aveni-da Brasil, por aquella época la salida sur de Vallenar, de menor importancia urbana en comparación a la plaza de armas. Se la hizo acompañar por un busto y una pequeña placa recordatoria de su autor, José Carocca Laflor, quizás como un mínimo acto de desagravio hacia su persona y su obra incomprendida. Hoy La Vendimia se encuentra náufraga en esa avenida, llena de autos presurosos y tacos, casi sin peatones que puedan apreciarla, exe-crada, rayada, mal querida, mal iluminada, entre una empresa de acero y un supermercado próximo a inaugurarse, que pronto vendimiará nuestros bolsillos; ya va siendo tiempo que se salde esa deuda histórica vergonzosa. Ya es tiempo de que La Vendimia goce de un verdadero proceso de restauración, ese verbo tan mal entendido. Restaurar significa: volver a su condición original, es decir, no sólo debe ser objeto de una restauración por obra de un escultor profesional, sino que además debe recuperar su lugar de instalación original: la plaza de armas, en un pedestal de mayor altura, con buena iluminación, con la concurrencia de un equi-po profesional de urbanistas, no arquitectos chasquillas, con tan poco tacto, siempre tan apurados por llevarnos a ninguna parte. Estamos enterados de que ese proyecto de reparación histórica con nuestra propia identidad ya está en proceso, al menos par-cialmente, estaremos atentos a su concreción.

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Un comentario sobre “La Vendimia, esa proscrita

  1. En el acta municipal N° 34 del 08-11-2017 con los recursos obtenidos de la venta del terreno municipal al lado del hospital se aprobaron 20 millones de pesos para la restauración de la Vendimia, ha pasado más de un año y la proscrita Vendimia sigue esperando, no tiene el interés de una cancha de pasto sintético por 180 millones de pesos que en menos de 3 meses de su aprobación se entregó para el uso público o la compra de notebook para los concejales o la entrega de 40 millones para los clubes senior de futbol. Lamentablemente mientras no se entienda lo que es un patrimonio cultural nada pasará a menos que se produzca una presión social.

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