El grito de la galería: Todos tenemos una mala tarde…

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Este fin de semana, después de cuatro coronas consecutivas, Barcelona perdió la final de la Copa del Rey frente al Valencia. Ni el favoritismo, ni su gran plantel salvaron a los blaugranas de tener una mala tarde, una de esas que todos podemos tener. Destaco  la universalidad de esta circunstancia, como parte de la reflexión  que intento para explicar el mal partido que vivimos el sábado pasado en el Estadio Nelson Rojas.

                A diferencia de la final española, en la fría jornada del partido contra San Marcos de Arica, ambos clubes experimentaron el fenómeno de la “mala tarde”. Sólo así se explica  el juego y el marcador.

                El equipo del Santo venía puntero del campeonato, con varias fechas invicto y ganando tanto de local como de visita. Todos esperábamos un equipo ágil, con buen trato de balón,  con variantes en la faceta ofensiva y solidez defensiva. No fue así. Se vio a un equipo predecible, endeble y con pocas variables ofensivas. Una llegada con resultado de gol en el primer tiempo y poco más. Lo siguiente fue decirle al chofer del bus que calentara motores para cruzarlo frente al arco de Veloso. No estoy pidiendo fútbol total  o un juego vertiginoso en cada minuto. Bastaba con que no demoraran todas las acciones después del gol en la primera fracción. Si estuviera en la posición de un hincha ariqueño que viajó 21 horas en bus para ver esto, yo reclamaría seguro.

                ¿Y el Gigante del Huasco? Siempre ganoso y con voluntad  de buscar el partido, pero con escasa claridad en gran parte del partido. La columna vertebral  del equipo simplemente  se extravió  y el Verde jugó partido en dos, mientras el mediocampo no apareció. Así de simple. En el primer tiempo nuestro equipo sólo generó llegadas por la banda derecha, alentadas desde la tribuna por una hinchada  que se impacientaba por el frío y la poca claridad que se veía en el campo de juego. Ni los cambios lograron revertir el mal juego, ya sea por su poca efectividad (los dos primeros) o su tardanza (el tercero). El penal del segundo tiempo nos trajo el empate, pero no la claridad necesaria para buscar el triunfo. No se acertó en la distribución de juego y en las transiciones el local se vio lento, confundido y previsible.

                A pesar del entusiasmo que la hinchada muestra en estos casos y de que la evolución del fútbol mundial estaría yendo en este sentido, no es buen síntoma que casi la totalidad de las ocasiones de gol que se generen por parte de Deportes Vallenar  provengan de pelotas paradas. Este elemento debe ser mejorado por el equipo, sin descuidar el buen juego aéreo y las jugadas preparadas que exhibe actualmente.

                El palo al final del encuentro pudo haber significado el triunfo del local, pero no habría cambiado  mucho el análisis de este partido. Las falencias de ambos equipos fueron demasiado claras e influyeron de manera gravitante en el trámite del encuentro, cualquiera fuera el marcador.

                En síntesis, en una fría y oscura tarde vimos un partido regular, con arbitraje tan malo como siempre (pero poco decisivo), con un empate a uno que no alcanzó ni siquiera para mucho alargue. Todos tuvimos una mala tarde. ¡Aguante el Verde!

Manuel Araya

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