Sobre cañas, guarenes, fumones y otros chivos expiatorios

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En muy mala hora vino el susodicho inexperto chofer aquel del camión de la basura a ponerle un quiñazo a una de las vigas del puente Brasil. No porque significara aquel infausto hecho (casi de episodio de Los Simpson) la apertura de una herida en el concreto de la estructura sino que la reapertura, una vez más en 200 años de historia comunal, de aquella famosa brecha pública entre elegir entre el desarrollo económico o el cuidado del entorno natural. Dilema que no debiera ser tal, por supuesto, pero que siempre es aprovechado por grupillos de interés para derramar queja y odio contra el o los culpables de que Vallenar ande a patadas con la pellejería como ha sido la costumbre.
Y muchas veces dichos culpables son tantos que hasta resulta tentador hacer un listado al respecto, incluso para agregarlos a una de esas encuestas de Google para conocer hacia cual lado se inclina más el odio ciudadano.
Uno que encabeza el ranking es el Humedal Urbano, amplio territorio ribereño que por estos días, además del habitual maltrato y desdén que sufre por quienes debieran cuidarlo y preservarlo, o sea NOSOTROS, ha sido vilipendiado, menospreciado, calificado como estorbo para el desarrollo urbanístico y un escollo para contar pronto con un puente mecano sobre su cauce que frene el enojo de automovilistas; además de habérsele negado una ordenanza municipal que hubiera aportado, al menos en el papel, en otorgarle un mejor estatus a la principal área verde de la comuna.
Que es un nido de guarenes y de fumones; de curagüillas y malacatosos, los cuales, seguramente son los responsables de desparramar en el sector toneladas de botellas, cajas de vino, pañales de guagua, las cunas del Chile Crece Contigo, puchos, papelillos, preservativos (¡Éjale!) envoltorios de su rico helado chocopanda pa’ los regalones, latas de aluminio, bolsas de carbón para el asado (uuff), neumáticos, el regio piso flotante y una variada gama de desperdicios dejados allí por el respetable, el que luego se va a la casa a enrostrar por redes sociales la incompetencia de los políticos y la patudez de la Maite Orsini…
En el segundo lugar del ranking se acusa al ex alcalde de su osada, torpe y miope declaratoria de Humedal Urbano… pese a que la iniciativa fue de su antecesor, en estricto rigor, seguido en el ranking por otro responsable como es la inmortal caña.
¿Qué se podría decir en favor de la caña? Seguramente que esta plaga es tan dañina como plantar paltos Hass en una zona semidesértica… o tanto o más absurda su presencia como el pasto que se usa en áreas verdes, foráneas ambas especies de esta zona y que demandan agua que no tenemos de sobra… o bien tanto o más dañina que la caña es plantar miles de hectáreas de uvas de exportación en una cuenca frágil en cuanto a disponibilidad de agua, las que además, cuando no hay precios convenientes en el mercado internacional son dejadas secar y luego arrancadas por los iracundos terratenientes locales ¡Total es su plata! dicen algunos.
No he visto hasta ahora igual enjuiciamiento ciudadano, ni crítica en los medios de comunicación, al palto, al pasto ni al monocultivo de uva. El agua sigue sin ser una prioridad de cuidado en nuestra zona, y por tanto no es vista, al parecer, como un factor preponderante para el desarrollo de la zona.
Y un tercer enemigo público responsable del subdesarrollo local, en este fabuloso ranking, es la inmigración, de preferencia de piel oscura, a la cual se le atribuye todos y cada uno de los pecados cometidos en el área urbana de nuestro otrora edén, y sus alrededores, en donde muchos juran de guata que antes jamás existieron cogoteos, transa de cositas pa’ la mente, reguetón a todo volumen, mochas y trampeos varios por situaciones cuáticas…
Por eso el chancacazo al puente Brasil abre una oportunidad, como comunidad, de sincerar de una vez por todas sobre qué ha hecho cada quien o a dejado de hacer por el bien de este terruño; con autocrítica y con buena memoria, todo para no posar siempre de víctimas y generar propuestas serias y viables, en una reconocida zona de sacrificio socioambiental y de cruda sequía donde vivir es, por sí mismo, una gran hazaña.

Milko Urqueta Torrejón

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