Desde el año 2016 se veía y se palpaba el malestar de los ciudadanos con el sistema actual de pensiones. Para canalizar la rabia y visibilizar la precariedad de las pensiones se levanta el movimiento social No más AFP la cual tenía por objetivo terminar con el modelo actual e implementar un sistema de reparto.
Se organizaron marchas y espacios de diálogo en diferentes partes del territorio nacional, para mostrar una propuesta donde tres actores eran claves, el Estado, Empleador y el Trabajador, una idea innovadora como también transformadora, ya que deja a un lado las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) entidades privadas que fueron impuestas en la época de la dictadura militar. Es decir, las pensiones se tomaron parte de la agenda pública durante los siguientes años, ya sea en la revuelta social del 2019 y los años de la pandemia.
De aquellos intensos años 2016 ocurrieron episodios que quedaron marcados en la historia de los chilenos y chilenas, como cuando fue el ex ministro y hermano del fallecido presidente Sebastián Piñera, José Piñera a defender con uñas y dientes el sistema que él creó en televisión y que tuvo la osadía de compararlo con un auto de gama alta un “Mercedes-Benz”. Ese auto actualmente estaba diseñado para entregar el mejor rendimiento posible para un sector especifico de la sociedad, pues si, a los grandes grupos económicos del país, nunca estuvo pensado para garantizar seguridad social.
Los años pasaron y los diferentes episodios del país hacían revivir de manera permanente la discusión de las pensiones. A esta altura la reforma de pensiones era una cuestión de tiempo, pero también de voluntad política sin precedentes.
El gobierno logró un acuerdo, luego de dos años de diálogo con las distintas fuerzas políticas en el congreso, lo que permitiría subir las pensiones de más de un millón y medio de jubilados que hoy en día sobreviven con pensiones miserables, ya que el 85 % de las pensiones no superan o equipara el sueldo mínimo.
La reforma permite que se avance hacia un sistema previsional mixto con un componente de capitalización individual y un componente solidario, que con el aporte del empleador permitirá mejorar las pensiones de mujeres y futuros pensionados. Además, se sustituye el sistema de multifondos por un esquema de fondos generacionales, que busca acotar riesgos y maximizar rentabilidades.
Sin embargo, todavía existen problemas de base que traen consigo una observación crítica en torno a la reforma, ya que no desaparecen las AFP y no se logra la separación comercial del sistema. Pese a ello, es importante aclarar que la discusión tiene que estar abierta porque el sistema todavía mantiene su principal objetivo, que es aumentar utilidades y tener liquidez financiera para los grupos económicos.
El tema central de esta columna es un llamado al reconocimiento histórico de la reforma, ya que se toca el corazón del modelo económico chileno logrando un cambio sustancial a un aspecto que a la luz de la ciudadanía era una cuestión aberrante, pensiones miserables para adultos mayores que entregaron toda su vida al trabajo.
“Esto es un acto de justicia para el país” diría en cadena nacional el presidente Gabriel Boric, muy cierto, ya que los acuerdos de este importante paso se desarrollaron en condiciones hostiles, con una campaña de las AFP en contra y con una oposición que hasta el último momento quería resguardar la integridad del sistema.
Para Chile, los gestos democráticos representan grandes logros, logros que demuestran el propósito de la política para mejorar la vida de las personas. Lejos de la euforia que produce este avance, creo que fue un llamado de humildad democrática y poner este evento como un hito relevante para volver a poner los pies en la tierra.
La política no puede perder el foco, primero están las personas, siempre ellos. Solo así hacemos un poquito de historia.
Carlos Ávila
Magíster en Gobierno, Políticas Públicas y Territorio.
Secretario general del Frente Amplio Atacama.