Superman ha muerto

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9. Súperman Ha Muerto

En este espacio dedicado a reseñar libros de historia local, haremos un alto en esa dinámica habitual para intentar dejar testimonio, en nuestra lógica de la historia matria, sobre la muerte de una conocida persona, cuyo violento deceso conmocionó a buena parte de la comunidad vallenarina; éste espacio se ha venido ganando poco a poco, sin buscarlo, a un nutrido número de lectores, que mes a mes nos visitan en éste diario virtual, el que ha tenido la osadía de brindarnos un cómodo rincón de libre expresión; ahora intentaremos hacer un ejercicio de historia matria, que es la historia de ésta tierra, de nuestra identidad profunda, sobre un hecho luctuoso conocido por todos.

Siempre que se trata de las personalidades más sobresalientes de cada localidad se incluyen, encabezando el listado, a los prohombres de gran fortuna, a las damas de más linajuda estirpe, a los políticos de mayor arrastre popular, etc., creándose así nóminas de personas que, se supone, resumen a lo mejor de cada localidad; nuestros libros de historia local, algunos de los cuáles ya hemos comentado en este mismo espacio, están repletos de estos nombres rimbombantes, algunos muy merecidos, otros, simplemente se trata de amigos del escritor del libro: parientes, camarilla adjunta, advenedizos de toda calaña, que comparten entre si el tener buenos contactos; en esos resúmenes de personas locales siempre escasean los personajes populares, los sin nombre, los vencidos, las mujeres, los pobres, los homosexuales, los niños,  los artistas sin fortuna, etc.; la historia oficial no tiene un lugar para ellos, la historia matria si, porque es la historia que hacemos todos nosotros, cada día, comentando en la esquina, caminando por las calles, hablando con nuestros pares e impares. En estas líneas evitaremos cualquier alusión folklórica sobre la persona central de nuestra columna de historia local.

De pequeño me intrigó Súperman, a quién tuve de vecino eventual (a él y a sus cinco perros de aquel momento) mientras viví en calle Erasmo Escala, en mi gitano deambular de un arriendo a otro, era extraño para mí, todas las historias que lo rodeaban eran contradictorias, él era por lo general asumido como uno de los locos tradicionales del centro de Vallenar, sin embargo Súperman no puede ser considerado livianamente como un loco, calificativo con que comúnmente el vulgo social categoriza, al voleo y con un dejo de humorística superioridad  insoportable, a todos quienes no concuerden con su estrecha escala de normalidad; Súperman se llamaba Roberto René Varela Carvajal, nombre con el que un buen día se lanzó desde el puente Huasco, en un salto hacia esa intriga nunca resuelta que se llama muerte; he escuchado todo tipo de versiones locales sobre de qué puente se lanzó realmente: desde el Puente Paris, pasando por el Puente Brasil, hasta el Puente del Ferrocarril, e incluso se asegura que Súperman se lanzó dos veces del puente Huasco, la primera vestido con capa y todo, después de ver la película del súper héroe gringo, no, amigos míos, Súperman se lanzó una vez y del Puente Huasco, el Puente de la Muerte, devastado por una desilusión amorosa, él mismo era muy consciente tanto de sus motivaciones íntimas como del lugar elegido para acabar con su vida, él estaba cierto, además,  de ser uno de los dos únicos sobrevivientes a esa fenomenal caída libre de 60 metros de altura desde el centro del puente hasta el piso del valle, existen otros sobrevivientes, debido a que se arrojaron más cerca de las laderas norte o sur, aminorando con ello la distancia y fuerza de la caída; Súperman hasta conocía el nombre completo de la segunda persona que compartió su misma suerte o falta de ella al sobrevivir, cuya identidad no viene al caso mencionar y cuyo estado de salud actual es muy bueno.

Como es obvio, su sobrenombre y el origen del personaje popular proviene de ese hecho insólito, que le trajo como consecuencia arrastrar para siempre gravísimas lesiones físicas y un notorio retraso sicomotor, su estado de  invalidez resultante no hizo más que recrudecer en él la depresión, el abuso del alcohol, lo hizo, además, verse envuelto en situaciones de violencia doméstica contra miembros de su propio entorno, en ese aspecto no aventuraré mis certezas, ya la chismografía urbana ha creado numerosos mitos con sus respectivas variantes, para mí no es lo central, esto no es un homenaje ni un juicio, es historia matria.

Muerto fallidamente ya Roberto Varela y reconvertido en Súperman, quiso un nuevo renacimiento, para ello buscó ayuda en la iglesia evangélica local, donde fue rebautizado como Jeremías, “El Elevado o Exaltado por Dios”, en hebreo, al igual que el Profeta; así se buscó romper con su pasado, de crear una distancia entre lo que fue y murió aquél día en el puente y su prolongación de vida no prevista, signada además con las consecuencias físicas y mentales de su muerte frustrada; él mismo Roberto decía: “dios me castigó por intentar matarme y por eso me dejó así”; era su consolación metafísica para tratar de sobrellevar su existencia mutilada.

Nace así el personaje que, convertido en una sombra de ser humano, se paseaba por las calles de Vallenar, en un estado de suciedad extrema, asustando a los niños pequeños y a las abuelitas, terminando de fumar colillas de cigarro recogidas del piso, durmiendo en la caseta de la bomba de bencina de Calle Serrano esquina Erasmo Escala y en otros lugares aún más incómodos, llevando a todas horas una caja del vino más barato semiescondida entre sus ropajes de ermitaño urbano, rodeado de su inseparable nube de perros, tan descuidadamente sucios y libres como él, como una suerte de contraejemplo ambulante esgrimido como razón moralizante por aquellas almas bien pensante, que requieren de otro ajeno, para que resuma todo lo que no pueden tolerar y así bien educar a sus correctos hijos.

Nace aquí su costumbre de insultar a voz en cuello y en toda circunstancia al anterior alcalde de la ciudad, sin razón aparente o azuzado por cualquier transeúnte, como un pepe grillo que gozaba de la impunidad de los benditos, como el niño del cuento que le recuerda al vanidoso rey que en realidad va desnudo; encarando al ex edil por su no pertenencia natal a la ciudad, su origen chilote, su red partidista personal confundida con “el pueblo”; se tejen variadas historias sobre la motivación original que le llevó a desarrollar tal ojeriza contra el ex alcalde, todas tejidas por la fértil imaginación popular: desde un pretendido acto de matonaje político del que Súperman fue víctima, hasta la negación de una moneda para comprar vino, cualquiera sea la exacta, ya fue largamente superada por la imaginación popular, todas son válidas, ninguna es comprobable. Algo de sus dichos debieron dar en el blanco, no por nada la municipalidad nunca hizo gran cosa por el bienestar de Roberto.

Cada localidad tiene su propia identidad acorde a sus personajes locales, cada ciudad tiene sus vendedores ambulantes, sus locos más característicos, sus músicos callejeros, etc., que le otorgan un cariz propio, único, distinguible de otras localidades, claramente identificables por los miembros de esa comunidad, algunos inolvidables; sin embargo se corre el riesgo de folklorizarlos, es decir, volverlos paisaje, objetos de identidad colectiva, olvidando que se trata de sujetos con biografía, sentimientos, ideas, penas y alegrías; se corre el riesgo de reducirlos a meros datos de la vida urbana, como un grifo o el color de los faroles de la plaza;  la historia matria, por ser una historia de los pequeños aspira a devolverles su individualidad, su dignidad, intenta, por lo tanto, reflexionar sobre su significado social.

Much@s vallenarin@s se han quitado la vida en el Puente Huasco, puente forzado, nunca pedido por la comunidad, que desde siempre abogó por la construcción de un embalse, obra que nos permitiera sortear mejor nuestras ancestrales sequías; el Puente Huasco, en cambio, fue un proyecto pensado extra muros, no localmente, su función era dar unidad terrestre al gran proyecto de la carretera panamericana que unió la Patagonia con Alaska; particularmente luctuosa fue la construcción misma del puente, colapsado dramáticamente y que significó la muerte de 8 personas en 1967. Su origen no pudo ser más agorero, su devenir posterior ha estado rodeado de esa aura de lugar de muerte; Chamonate, el piso del valle debajo del puente, es un cementerio al aire libre. Falta aquí una reflexión más profunda, de corte social, local, que ponga de relieve tantos las motivaciones, como el significado colectivo de ese lugar donde tantos huasquinos han decidido poner fin a su vida, lo dejaremos para otra oportunidad para volver a Roberto René Varela Carvajal.

Pero qué ocurre con Súperman, que sobrevivió a su suicidio? La comunidad prefirió creer que se trataba de un loco, eso hacía más compresible su decisión de arrojarse del puente, lo transformaba en un extraño, en un otro fallido y absurdo con el cuál no podía haber identificación alguna, un mal ejemplo, un indeseable, un descarriado; la ciencia sicológica pone el énfasis en la dura discriminación a que la sociedad somete a los locos, lo cual en éste caso es meridianamente cierto, sin embargo se olvida que los locos y en especial los suicidas, ya han decidido bajarse de esa sociedad, su juicio moral y punitivo no les interesa, no es suficiente razón para conservar la vida, eso es lo que a la sociedad en realidad le duele y que castiga con su discriminación. Siempre sospecharé que Roberto quedó bastante menos limitado intelectualmente luego de su cuasi suicidio de lo que nos hacía creer, siempre sospecharé que en el fondo se reía de nuestra estupidez social, es lo que quiero creer, déjenme así.

Los locos son, por tanto, lo que la sociedad no quiere ver de sí misma, son aquella parte que le recuerda sus estrechos márgenes de normalidad; la razón de todos se llama moral, a la razón de uno solo se le dice locura. En nuestra sociedad, si damos fe a Foucault, el origen de la psiquiatría coincidió con el surgimiento de los manicomios, como lugar donde poder encerrar, vigilar y castigar a aquellas personas catalogadas como ajenas al patrón más común de conducta. En otras sociedades los locos eran santos, sagrados, cercanos al arte, la predicción y sinónimos de libertad; en nuestra micro sociedad huasquina no, Súperman no gozó de esa comprensión; muchos vallenarinos tuvieron su propia historia tragicómica con él, pero pocos pueden decir que lo trataron como se trata a un ser humano, incluso aquellos que organizaron su bizarro funeral, despidiendo sus 54 años de vida terrenal con la banda sonora de la película del súper héroe gringo con que el vulgo chistocito lo bautizó. Un detalle: Christopher Reeve, el actor de la película, sufrió hace años atrás un accidente a caballo que le significó quedar cuadrapléjico en una silla de ruedas, por lo que el mote con que fue bautizado Roberto Varela no solo se refiere al acto fallido de volar desde el puente, sino que también a las consecuencias físicas de ese salto al vacío; el humor colectivo olvidó que Christofher Reeve, fue algo más que el lerdo aspirante a novio  de Luisa Lane, sino que además vino a Chile, el año 1987, ha solidarizar con los artistas y sindicalistas de Chile, encarcelados y amenazados de muerte durante los últimos estertores de la dictadura de Pinochet.

La vida de Roberto Varela Carvajal terminó súbitamente y de manera absurda, en calle Ramírez esquina Colchagua, atropellado por un camión repartidor de gas, conducido por apenas un niño, de esos que las empresas contratan gustosamente para pagarles menos; ya hay quienes dicen que Súperman últimamente se tiraba a los auto, es decir buscaba su muerte, o tal vez, luego de su salvada milagrosa del puente se creía protegido, inmune a cualquier daño; tal vez ya estaba cansado, quizá valoraba poco su vida extra, como un gato que sabe que tiene otras a que echar mano en caso de perder la actual, nunca lo sabremos.

Lo que sí puedo decir es que si todas las personas que hoy aseguran haberlo ayudado en alguna oportunidad dicen la verdad, Súperman debió haber gozado de una enorme fortuna en limosnas gracias a tan generosa comunidad: ahora todos dicen haber sido su amigo, todos aseguran tener graciosas anécdotas con él y recordar frases cargadas de sabiduría que habría pronunciado en vida. Tal vez tantas historias falsas de supuesta solidaridad oculten una culpa social real por haberse negado a ver realmente a esa persona y de paso verse a si mismos. Curiosa forma tenemos de enmascarar nuestra miseria moral enalteciéndola con historietas de falsa virtud. La verdad de las cosas es que pocos lo ayudaron, Roberto murió pesando 45 kilos, en un estado calamitoso de salud, lo demás es folklore, chiste de esquina, literatura poética obscena y autorreferente, de aquellos que creen lograr un rango estético alto para su ombligo añejo a costa de la memoria de la más desvalida de las personas.

La historia matria, que es una forma de historia local a la cuál nosotros adscribimos, no pretende establecer un discurso único, oficial, sobre nuestro pasado, todo lo contrario, la historia matria admite muchas visiones simultáneas sobre un mismo hecho, la historia matria aspira a ser un árbol lleno de loros multicolores, subjetivos, vivos, hablantines, peleadores, tiernos y bulliciosos; es por ello que ésta columna debe entenderse como mi mirada personal sobre el Roberto Varela Carvajal, donde no se pretende establecer un semblante biográfico definitivo, no cerramos el tema, lo dejamos abierto, a la interpretación, a las mejores ideas, a las versiones, a todas las formas a como la memoria colectiva significa y resignifica, dinámicamente en el tiempo, lo que considera digno o no de vencer al gigante injusto del olvido.

La gente te chiflaba cuando en la tarde subías borracho,

Tú contestabas piedras y maldiciones a tus muchachos.

Eras el personaje de los trajines de tu pueblo.

Eras para la gracia, eras un viejo, eras negro.

Una noche el respeto bajó y te puso bella corona,

Respeto de mortales que muerto al fin te hizo persona.

Pobre del que pensó: Pobre de toda aquella gente,

Que el día más importante de tu existencia fue el de tu muerte.

(“El Papalotes”, Silvio Rodríguez)

Dedicado a: “El Jaime”, “Amelia”, “Me da diez pe”, “ Hugo”, “El Varita”, “María”,  mi tía Emilia, “El Loco Familia”, “Pato Loco”, “El Huevo” y a tantos otros que aún tienen la paciencia de soportarnos…

Por: Franko Urqueta Torrejón, Taller CulturalJosé Martí, Pueblo Hundido, invierno de 2013.

 

Contactos del autor

email: culturadiaguita2006@gmail.com

Twitter: @FURQUETA

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Un comentario sobre “Superman ha muerto

  1. Gracias Franko por este bello texto que emanó de tu corazón Vallenarino. Dí con esta información y me detuve a leerla, estando un poco lejos de mi tierra y de mi gente. Volví entre tus lineas a cminar nuevamente por ella, gracias de nuevo.

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