Sr Director:
Tokyo 1980. Estaba en mi departamento hojeando “Cien Años de Soledad”, lo había conseguido en una pequeña librería que se dedicaba a recolectar libros en español que dejaban las embajadas al terminar su periodo diplomático, en la medida que avanzaba en su lectura todo me hacía comparar a la vida que llevaba por 7 años en Japón, nada comparable a una sociedad marcada por la disciplina y el orden en que está todo hecho, la risa, el saludo y la respuesta está normado, una sociedad en que está todo fijado, desde el nacimiento hasta la muerte, desde el trabajo hasta las vacaciones donde las reuniones se fijan con mucha anticipación por meses o año y donde se cumple religiosamente, toda la vida está fijada por el metro cuadrado, donde vaya mantendré mi m2 y con una rigurosa disciplina como los deportistas en las Olimpiadas consiguen los objetivos, no existe “el tal vez”, “nos llamamos”, “podría ser”, “al tiro”, “voy y vuelvo”. Cien Años de Soledad” me confirmó la magia realidad de nuestros pueblos, descubrir mis profundas raíces de mi origen , recordar los mitos y leyendas de mi patria y acentuar los deseos de salir de esa “jaula de oro” llamada Japón.
El realismo mágico nuestro lo palpé directamente en Tokyo con la realización del Campeonato Mundial Juvenil de Futbol, a la capital nipona junto a otras delegaciones deportivas llegó Argentina la que se llevó el título encabezada por su capitán, aún con cara de niño, un petizo su nombre DIEGO ARMANDO MARADONA, en la medida que avanzaba el campeonato, los periodistas y especialistas japoneses no daban crédito a lo que veían y hacía este pequeño monstruo en la cancha, primero fue el asombro y después la incredulidad, para ellos, sólo un ser extraterrestre podría realizar semejantes maniobras sobre el césped, lo mismo años más tarde comprobarían los ingleses, para mí fue una constatación, para ellos los reyes de la imitación algo imposible de imitar, de que el realismo mágico sólo se da en Latinoamérica.
Omar Turres Q.