El cambio climático no es lo único que hace retroceder a los glaciares

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En el Jorge Montt, de Aisén, apareció un tronco de menos de 500 años. Se creía que los hielos habían estado ahí hace miles de años.

Ningún glaciar patagónico ha retrocedido tanto en los últimos 110 años como el Jorge Montt. Esta masa de hielo, situada al sur de Caleta Tortel, es la puerta norte del Campo de Hielo Sur. «Ha experimentado el máximo retroceso histórico en todo Chile, casi 19 kilómetros desde 1900», precisa a «El Mercurio» Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios Científicos (CECS).

Por eso, en febrero de este año consideró una buena idea internarse por el nuevo fiordo que dejó la retirada de los hielos hasta alcanzar el frente actual de la masa helada.

Allí lo esperaba una sorpresa. «Encontré árboles semienterrados que habían estado cubiertos por el hielo apenas semanas o meses antes de que yo llegara allí», cuenta el científico. «Claramente, provenían de derrumbes laterales provocados por el glaciar cuando ocupó ese lugar en una fecha lejana».

Rivera se llevó dos muestras de los árboles a un laboratorio de Estados Unidos para que les hicieran análisis de carbono 14. «Pensaba que eran muestras muy viejas, incluso de la última glaciación, miles de años atrás». Pero el análisis concluyó que databan de entre 250 y 400 años atrás, con un margen de error de no más de 40 años.

Para el glaciólogo, el mensaje principal detrás de este inesperado hallazgo es que hay una variabilidad natural del clima que es independiente del hombre y que eso ha imperado en los últimos cientos de años y lo sigue haciendo hoy. «Este glaciar producto de esa variabilidad pudo ser mucho más chico o similar a lo que es hoy, y creció por razones naturales a una posición máxima que alcanzó hace 100 o 120 años, y ahora ha vuelto a achicarse».

Complejidades

A esas dinámicas naturales ahora se suma el efecto de la actividad humana, dice. «La película es más compleja de lo que creíamos. Existen dos fuerzas, la variable natural y ahora el efecto del hombre sobre el clima; si se refuerzan unos con otros, los retrocesos pueden ser más rápidos».

Rivera agrega que los troncos encontrados también pueden ser una gran ayuda para la dendrocronología, que es la medición de los cambios ambientales en el pasado a partir del análisis de los anillos de crecimiento anual de los árboles.

«Con un árbol moderno se pueden reconstruir los últimos 200 a 300 años. Esto es lo que andábamos buscando para extender nuestros análisis en el tiempo».

Andrés Rivera presentó el hallazgo durante el II Simposio Internacional de Paleoclimatología y Glaciología, que se realizó en Valdivia la semana pasada. En el encuentro, convocado por el CECS, participaron más de 200 científicos, quienes discutieron las distintas técnicas para reconstruir la historia del clima en la Antártica y el continente sudamericano.

FUENTE: EL MERCURIO

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