Historia del valle del Huasco; capítulo IV y V (Juan Ramos Álvarez)

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Capítulo Cuarto

La Conquista Española – Almagro y Valdivia pasan por el Huasco – Llegan desde La Serena los primeros Colonizadores – Principales encomenderos.

El Descubridor de Chile, Diego de Almagro, pasó por el Valle de Huasco en 1536.
Los indios huasquinos, advertidos de su pronta llegada, recelosos y astutos, dieron muerte a mansalva a tres “avanzadas” españolas, encabezados por un tal Juan de Zedizo, que el Adelantado había enviado delante de la expedición con el objeto de interceptar el tributo de oro que suponía debían conducir los naturales. Cuando llegó a Huasco Bajo, Almagro descubrió el hecho y en venganza hizo morir en la hoguera al Cacique Maricando y varios otros de menor categoría. De este modo, pagaron a subido precio los huasquinos el haber sido “los primeros en derramar sangre española y conquistadora en Chile”.
Los naturales escondieron sus provisiones y la mayoría corrió a esconderse entre los montes para escapar a las represalias de Diego de Almagro.
Cuando en 1540, el Conquistador Pedro de Valdivia llegó por el desierto y desembocó por la ruta de Boquerones en Huasco Bajo, los indios le opusieron resistencia al comienzo. Pero, habiendo convencido Valdivia al Cacique Coluba de que sus intenciones no eran hostiles, pudo obtener de los naturales las provisiones que hacían falta para sus tropas. En retribución, el Conquistador dejó en el Huasco algunas semillas de plantas y aves de corral.
Más de un siglo transcurrió desde esta última fecha y durante este largo lapso no ocurrió en el Huasco novedad que haya pasado a la historia.
Algunos antecedentes dignos de mencionarse serían los siguientes:
Alrededor del año 1600 existía en Huasco Bajo un mineral de cobre y una fundición que perteneció al encomendero Diego de Morales. Se trataba de minerales de cobre.
En la “Historia de La Serena” de Joaquín Santa Cruz, se deja constancia de que alrededor de esta misma fecha se avecindó en el Huasco y fue encomendero en Paitanás el Capitán Luis Fernández del Castillo, quien había residido algunos años en Potosí, y naturalmente, estaba familiarizado con la exploración de las minas, no sólo de plata, sino de cobre que existían en las vecindades y en Lipes; y que tenían todas las herramientas de fundir, fuelles y cañones que se usaban en el Perú para los hornos llamados de “manga” o soplete, en que fundían minerales de plata y cobre.
Otros encomenderos de importancia fueron Juan Cisternas Escobar que en el año 1670 recibiera del Gobernador Diego González Montero una “merced de tierras” que abarcaba la estancia llamada “Chañaral de Aceitunas”.
Un hijo del anterior, Francisco Cisternas Villalobos, heredó la estancia del Carrizal, donde más tarde se explotó el famoso mineral de este nombre.
El Gobernador Juan Henríquez cedió 600 cuadras de tierras en Huasco Alto “desde Junta” al interior, al Capitán Gonzalo de Burgos Carmona, en 1674.
Al Capitán Pedro Luis Ulloa se hizo otra gran cesión de terrenos de 4.500 cuadras en el Valle del Huasco ‘y sus demasías” y comprendía lo que fue el primitivo fundo “Ramadilla” y las estancias hacia Coquimbo y Copiapó.
El “Regidor Perpetuo” de la ciudad de La Serena, Jerónimo Ramos de Torre, recibió del Gobernador Henríquez una merced de tierras en San Félix en 1679. En 1687 recibió mil cuadras más que le concedió Don José del Garro. (Los títulos figuran en el Archivo de la Ilustre Municipalidad de Vallenar).
Este último encomendero, por compras sucesivas llegó a tener, alrededor del año 1700, casi la totalidad del Valle del Huasco. Formó el fundo “Rosario” cerca de San Félix y “El Rosqui” donde se fabricaron los primeros mostos del Valle, según las sabias recetas de los Jesuitas, que por entonces eran dueños de la Estancia Jarillas. Explotó varias minas de cobre en el Huasco. Don Joaquín Morales llama a Ramos de Torres, el Primer Gran Agricultor y Minero del Valle.
Al amparo de este mismo encomendero se avecindaron en el interior algunas familias de apellidos Páez, Salazar, Álvarez, Godoy, Ossandón, Iriarte, Torres, Mondaca, etc., que andando el tiempo y por sucesivas transferencias, fueron repartiéndose las tierras de Huasco Alto. Son los troncos de las más antiguas familias del valle en la actualidad.
La mayoría de los españoles se establecieron en el interior, en el Rio El Carmen. La población indígena, fue instalada en el valle El Tránsito, cuyo rio se llamó, por esta causa, de Los Naturales. Hasta hoy, en esta parte del valle abundan los apellidos: Campillay, Liquitay, Huanchicay, Licuime, etc.
En el interior existían a fines del siglo XVIII, las que don Ambrosio O’Higgins llamaba en el acto de Fundación de Ballenari, las “Haciendas de Cordillera”.
Ya se producían en ellas la exquisita uva moscatel, los duraznos y las higueras que tanta fama han dado al Huasco.
En las proximidades de Paitanás, de Chanchoquín a Tatara, se habían cedido terrenos al Cura Juan Blas Palacios.
En 1791, el Subdelegado del Villar cedió a doña Ursula Meza los terrenos comprendidos entre Tatara y Freirina por la margen sur del Rio Huasco.
Don Francisco García obtenía en 1794 los terrenos de la costa donde está situado hoy el fundo “Bellavista” de don Romelio Alday.
Y en Vallenar, en 1810, don José Antonio Zavala obtenía del Subdelegado Miguel Montt y Prado los terrenos vegosos ubicados al poniente de la ciudad de Vallenar (donde hoy está situada la Estación de los FF.CC del E.), en este lugar plantó Zavala una magnífica viña.
Con estas sucesivas mercedes de tierras podía considerarse repartido el Valle del Huasco. Quedaban solamente los terrenos pertenecientes a las poblaciones de Santa Rosa (más tarde Freirina), San Francisco de Huasco Bajo y Paitanás (Vallenar).

Capítulo Quinto

El Huasco, bajo la administración Colonial – Huasco Bajo y los piratas – Santa Rosa del Huasco, Villa cabecera – Fundacion de la Villa de Vallenar.

En 1637 aparece el primer Cura de Huasco Bajo sentando sus primeras partidas – dice don Luis Joaquín Morales en su Historia regional.
Vivían en esa localidad un Alcalde y un Celador. Además varias familias españolas. Existían bodegas y “tiendas de ropas y metales”. En suma, fue Huasco Bajo la cuna histórica del Valle.
Por su proximidad a la costa (5 Km. escasos) sufrío las depredaciones de algunos piratas y corsarios, como Bartolomé Sharp, que se apoderó “de 120 carneros, 80 cabras y 200 fanegas de trigo” en 1681.
Poco a poco, debido a la explotación de algunas minas en los alrededores de Santa Rosa (Freirina) se fue formando en este último lugar una “placilla” donde fue concentrándose una regular población española. Desde 1700 se explotaba el mineral de oro de Capote, al norte de Freirina. El Gobernador colonial declaró en 1753 fundado el “asiento de Santa Rosa del Huasco”.
Pero ya muchos españoles habían recorrido el Valle en toda su extensión y habían instalado sus viviendas en Paitanás (Vallenar) donde el clima y la naturaleza son más pródigos que en la costa. Otros habíanse establecido en Horcón Quemado (San Félix) y uno que otro en El Tránsito, Chihuinto y Los Tambos en el interior.
A fines del siglo XVIII el Huasco tenía alrededor de 8.000 habitantes.
La importancia minera del Huasco determinó al Gobernador del Reino, Domingo Ortiz de Rozas a crear el “Departamento del Huasco” el 20 de octubre de 1752.
Desde 1744 –fecha de la creación de la villa de San Francisco de la selva (Copiapó), el “partido” del Huasco pasó a depender de ella.
El Corregidor de Copiapó, Gregorio Mandiola, llegó a Santa Rosa del Huasco y organizó la población, trazó calles y concedió sitios a los vecinos.
Otro corregidor copiapino, Martín Apeolaza en 1756 se constituyó en Santa Rosa, disponiendo la creación de una escuela, la construcción de
una capilla, distribuyó semillas a los “encomenderos” y “arregló la distribución de las aguas en el Valle” (Ya en aquel tiempo, según se ve, se producían dificultades por el reparto de este elemento esencial).
Santa Rosa pasó a ser por algún tiempo Villa cabecera.
Pero, habiendo visitado el Valle del Huasco el Gobernador Capitán del reino de Chile don Ambrosio O’Higgins, y considerado el valle de Paitanás más fértil que Huasco Bajo, estar situado “casi en el comedio de esta jurisdicción” y menos expuesto por su distancia a ser sorprendido por mar, “partir de buenos caminos al norte y sur” etc., y más que nada, por esas tierras “excelentes”, dispuso en Acta de 5 de Enero de 1789, 1: creación de la Villa de San Ambrosio de Ballenary y ordenó se trasladasen a ella todas las “recomendables gentes del partido”.
Nombró Subdelegado del departamento del Huasco a don Martín Gregorio del Villar, con residencia obligada en Vallenar.
Trabajo costó en verdad al Subdelegado hacer que los vecinos de Santa Rosa y de Huasco Bajo vinieran a establecerse en la nueva Villa cabecera. Pero en 1794, del Villar había repartido 318 “solares” a los vecinos en la Villa de Ballenary.
El plano y trazado de la nueva Villa fue obra del Ingeniero Pedro Rico, que acompañaba a don Ambrosio O’ Higgins.
Tanto las calles longitudinales como las transversales fueron trazadas en línea recta, disposición que hasta la fecha no se ha alterado, pese a que la ciudad ha debido ser reconstruida completamente después del terremoto de 1922.
Cada “manzana” se dividió en cuatro “solares” cada uno de cincuenta varas de frente y fondo y entregadas a los moradores sin costo alguno. Una manzana se destinó a la plaza, eligiéndose el lugar en donde estaba la “espaciosa iglesia parroquial” de que habla el Acta de Fundacion. En este Paseo se plantaron pimientos y palmeras que regaban una acequia ‘a tajo abierto” que por su interior corría. Algunos años más tarde se edificó en el costado nor-oriente el Edificio Consistorial donde funcionaban la Cárcel y oficinas públicas. Fue el edificio centenario de “Los Portales” que sólo vino a caer con el terremoto mencionado de 1922. Las construcciones de la población eran bajas incomodas, con paredes de adobes y gruesas vigas. Las calles eran demasiado angostas, de ocho metros aproximadamente, de pared a pared. Pero de todos modos, era la mejor Villa del Valle y las numerosas quintas y huertas que lo adornaban y los negocios y tiendas de su comercio, adquirían cada vez mayor desarrollo.
A raíz del terremoto que destruyó la Villa de Copiapó el 30 de Marzo de 1797, se trasladaron desde ese punto al Huasco algunas familias respetables, como las de Gallo, Larrahona, Vallejo, etc., y a principios del siglo XIX continuaron llegando otras como las de Aracena, Ávalos, Prado, Véliz, Quevedo. Eran todas familias emprendedoras que contribuyeron al progreso del Valle en el campo de la minería, de la agricultura, de la industria y del comercio.
La vida colonial de desenvolvía dentro de un ambiente de absoluta tranquilidad, ajenos sus habitantes a los acontecimientos que en la capital de la República se producían alrededor de las luchas por la emancipación política.
En este período de pobreza general en el país, el Huasco fue una excepción. Las minas de cobre de la región eran un mercado preferido del Virreynato del Perú. El naturalista Humbolt llamaba al cobre del Reino, cobre del Huasco. Igual al testimonio de Vicuña Mackenna en su libro de “El Cobre”. Un ingeniero francés, Frézier, que visitó la región, escribió que por esas fechas, los mineros del Huasco donaban un “capacho de metal a la iglesia todos los meses – unos cuatro mil pesos, de 48 peniques.
Las fiestas religiosas y las corridas de toros solían quebrar la monotonía de esos días apacibles.
Entre las primeras, se destacaba la procesión de “Corpus Christi”, que se iniciaba con una solemne “Misa de Campaña” a la que seguía la procesión con el Santísimo Sacramento por toda la Villa engalanada especialmente para esta ocasión.
El “palio” era sostenido por el Subdelegado, los Alcaldes y el Procurador. A continuación, formaban los Regidores, Oficiales Públicos, vecinos “pudientes” y por último el pueblo, “con la mayor devoción y compostura”.
Pifanos e instrumentos marciales, descargas de arcabuces e himnos piadosos daban realce a estos espectáculos religiosos. Cabe recordar al respecto que la primera Banda de Músicos –propiamente tal- que escucharon los vallenarinos fue traida especialmente de La Serena, con ocasión de la fiesta del “Corpus” en el año 1827.
Las corridas de toros se celebraban en la plaza, que primitivamente estaba cerrada por murallas.

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