CARTA AL PRESIDENTE
Sr director:
SEÑOR PRESIDENTE, Ud., nos manda a decir que el gran proyecto constituirá un gran desarrollo para nuestra región. El Señor Presidente nos envía palabras de buena voluntad a través de su Gobernador, Intendenta y Ministros. Vamos a escuchar su oferta pues sabemos que de no hacerlo, mandará sus fuerzas y tomarse nuestras tierras.
Pero, a pesar de que UD. nos dice que estamos deteniendo el desarrollo de la nación, lo que no entendemos es como se puede comprar el aire y transformarlo en olor a fecas, mandar a un ministro en defensa de la muerte y no de la vida. Esta idea nos parece extraña porque no somos dueños de la frescura del aire que inunda nuestro valle.
A Ud., y a los que desean comprar nuestro valle, les decimos, cada partícula de esta tierra es sagrada, cada hoja de olivo, cada flor del desierto, cada neblina que cubre de mar a cordillera son sagrados en la memoria de nuestro pueblo.
Cuándo el Sr. Presidente nos manda a decir que dejemos funcionar a la gran empresa, es mucho lo que nos pide, aunque nos prometa un desarrollo que nos cambiará la vida y el futuro y que los bienes económicos obtenidos nos harán felices no podemos canjear aire por espejitos.
Más esto, no será fácil porque el agua que corre por el fondo del valle representa la sangre de nuestros antepasados, el murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Sabemos que el afuerino no comprende nuestra manera de ser, le da lo mismo un pedazo de tierra que otro, porque es un extraño que llega a instalarse, sacar o producir lo que necesita y cuando ha terminado la abandona y sigue su camino.
Trata a la tierra y el aire como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender como si fuesen una mercadería.
No entiende que el aire es nuestra sangre, es nuestro pasado, presente y futuro y que ayuda a despertar nuestro jardín florido y que el aire que cruza nuestro valle hace florecer nuestros propósitos.
Lo que Ud., nos presenta como salvadores de nuestros futuro, parecen no sentir el aire que se respira, porque se han vuelto insensible al hedor que nos cubre con su olor nauseabundo, haciéndonos creer que es el costo a pagar por el placer del desarrollo.
SEÑOR PRESIDENTE, Ud. lo sabe, sus hijos y sus nietos también, la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es sólo un hebra de ella. Todo lo que se haga a la red se la hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra, ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos, todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.
SEÑOR PRESIDENTE, causarle daños a esta preciosa tierra es mostrar desprecio a su creador y no queremos que el olor no sofocado comience a envolver a este valle para llevarlo hasta su muerte.
Por eso nos hemos levantado para salvar nuestro futuro Y AUNQUE PODRÁN CORTAR TODAS LAS FLORES, NO PODRÁN DETENER NUESTRA PRIMAVERA.
Omar Turres