Según los datos oficiales, en Chile hay 34.689 diaguitas.
Representan, así, el 0,2% de la población nacional. Todos reunidos, no alcanzarían a llenar el Estado Nacional chileno.
Y sin embargo, el poder que poseen ha sido capaz de detener -entre otras «amenazas»- a tres enormes proyectos mineros: Pascua Lama, El Morro y Cerro Casale están hoy en stand by . ¿La razón? Las comunidades diaguitas de la Región de Atacama, organizadas y asesoradas legalmente, llegaron hasta tribunales para exigir respeto por sus derechos y creencias ancestrales… al menos hasta ahora, han tenido a la justicia de su lado.
La minera canadiense Barrick -que ya invirtió US$ 4.800 millones de los US$ 8.000 millones totales que implica Pascua Lama- está hoy de brazos cruzados, a la espera de nuevas resoluciones en tribunales, al igual que con Cerro Casale y sus US$ 6.000 millones que esperan ser ejecutados. Los planes de Goldcorp, finalmente, por US$ 3.900 millones (El Morro)… aún ni comienzan a concretarse.
En busca de los documentos oficiales de la Corona Española, los abogados que ayudan a las comunidades autóctonas llevan semanas rastreando títulos de dominio en el Archivo Nacional. Sus intenciones son reclamar como propios cientos de hectáreas en la zona cordillerana de Vallenar y Huasco, y paralizar así de manera definitiva las inversiones mineras.
La siguiente es una historia muy similar a la de David contra Goliat: ¿cómo es que una etnia tan pequeña tiene hoy en jaque a un par de empresas gigantes?, ¿dónde radica el poder diaguita?, ¿cuán lejos están dispuestos a llegar con tal de defender sus raíces?
La cosmovisión que «pocos entienden»
Los diaguitas llegaron a Chile desde Argentina y se instalaron en nuestro «Norte Chico» en los siglos V y VI, desplazando al asentamiento agro-alfarero de Las Animas. Entonces se distribuyeron en los valles de Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí, Casapa y Choapa, limitando al norte con los atacameños y al sur con los picunches. Por años fueron considerados por los historiadores como el pueblo prehispánico «más avanzado».
«Los diaguitas son un pueblo esforzado, sacrificado y muy trabajador. Principalmente desarrollan un trabajo agrícola y ganadero, pastoreando ovejas y llamas (…) Otros se desenvuelven en el área textil. Una de sus grandes características es la amabilidad y respeto por la tierra, la naturaleza y sus recursos».
Las palabras son del ex ministro de Desarrollo Social, Joaquín Lavín , que tenía a su cargo la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi). La entidad está hoy haciendo esfuerzos por rescatar la lengua kakán e impulsar el desarrollo cultural del pueblo diaguita: «Hasta hace un tiempo la lengua del pueblo diaguita estaba a punto de desaparecer… y sabemos que un pueblo sin su lengua pierde su identidad».
Y es precisamente esa identidad la que los propios diaguitas dicen defender al oponerse a los megaproyectos mineros. Solange Bordones , cacica diaguita y vocera de la comunidad de Placeta (Huasco Alto), asegura que «nosotros no estamos peleando por dinero, porque con plata yo no riego mi huerto. Nosotros tenemos una cosmovisión que muy pocos entienden: no concebimos el agua separada de la tierra, del aire y del sol. El amor a la madre tierra es algo sagrado para nosotros, es una vinculación muy potente».
-¿Cómo definiría usted al pueblo diaguita?
-Somos un pueblo muy cordial. Acá existe el trueque, porque nos llevamos bien entre todos. Si uno tiene tomates, el otro le da paltas. Si alguien carnea un chancho, invita a comer todos los demás. En febrero celebramos con alegría la fiesta de la challa, para las cosechas: es parranda, nos tiramos agua, nos reímos.
La dirigenta revela entonces lo que sirve de inspiración para sus actuales demandas: «Nosotros no somos ‘descendientes de un pueblo originario’, nosotros somos ese pueblo. Y en eso radica nuestro poder, que es ancestral».
Las mujeres la llevan
Los diaguitas fueron reconocidos como pueblo originario recién el año 2006, gracias a una reforma a la Ley Indígena que aprobó la entonces Presidenta Michelle Bachelet . Ese mismo año -¿ironías del destino?- fue aprobado el proyecto Pascua Lama.
Como representante de 11 comunidades diaguitas, el abogado Lorenzo Soto cuenta que los diaguitas tienen un sello muy particular: «Son grupos muy bien organizados, razonables. No tienen posiciones dogmáticas, intransigentes. No salen a la calle, ni se movilizan o tiran piedras. Son pacíficos. Y como se cansaron de algunos atropellos, pidieron ayuda. Ellos no quieren hacer ruido ni escándalo, sólo piden solución a sus problemas».
¿Otra característica especial? Las comunidades son lideradas, en su gran mayoría, por mujeres. «Son ellas las que organizan a los hombres», apunta Soto.
Como presidenta del «Consejo Regional de Atacama», Solange Bordones plantea que, «quizás, si nosotros no fuéramos indígenas, no daríamos la pelea. Si esto se tratara de un interés económico, calcularíamos cuánto vale nuestro terreno, lo venderíamos y nos iríamos para otro lado. Lo que nosotros necesitamos es seguir viviendo acá, juntos, con nuestra gente, con nuestros apellidos. No podemos disgregarnos como pueblo».
Y subraya: «Acá vive gente que no conoce otros lugares… y que no sabe trabajar en otra cosa. Por eso también es falso que las mineras nos vayan a dar empleos, porque muchos diaguitas no saben hacer otra cosa, y la minería requiere de una obra de mano capacitada (…) Yo no sé qué pasaría si nuestra gente tuviera que irse. Si se acaba el agua, realmente no sé dónde se iría nuestra gente. ¿Para dónde llevaríamos a nuestros abuelos?».
Ruth Trigo es presidenta de la comunidad rural indígena «Chipase Aspa». Para ella, «la clave del éxito que hemos tenido está en que somos disciplinados y respetamos a una sola vocería (…) La unión de nuestro pueblo es también nuestra fuerza. Somos tranquilos y trabajadores. El amor por nuestras raíces, y por el agua como elemento vital, nos mantiene cohesionados. Contra eso, hasta el más gigante de los gigantes debe rendirse».
«Nosotros estamos dispuestos a darlo todo en la lucha, porque lo que está en juego es nuestra vida», apunta la dirigenta.
El ministro Lavín añade que dentro de las principales iniciativas que el Gobierno impulsa para custodiar la cultura diaguita, está el incluir la lengua kakán en las mallas curriculares de los colegios del norte y potenciar el turismo mediante la puesta en valor de los principales sitios arqueológicos de Atacama. Asimismo, ramata el secretario de Estado, «estamos trabajando en un plan para repoblar las comunidades diaguitas en coordinación con diversos servicios públicos, para que sus habitantes tengan más oportunidades laborales y un mayor acceso a comodidades, como las que ofrecen las grandes ciudades».
La Segunda