En Vallenar, el inicio de la llamada “descañización” del Paseo Ribereño fue recibido como un anuncio positivo. Sin embargo, basta con caminar por sectores como el puente Añañuca para constatar que la intervención, aunque necesaria, es apenas una pincelada sobre un cuadro mucho más amplio de abandono.
Grafitis que cubren muros y barandas, basura acumulada en rincones, áreas verdes descuidadas y mobiliario público deteriorado son la verdadera postal que reciben vecinos y visitantes. Lo que debería ser un pulmón verde y un orgullo comunal, se ha transformado en un espacio que refleja más desidia que cuidado.
Los vecinos lo dicen claro: sacar las cañas no basta. Si no se destinan recursos y planificación para el mantenimiento integral del paseo, la “descañización” será solo un gesto momentáneo. Mientras tanto, en otras áreas de la comuna se anuncian millonarias inversiones para infraestructura deportiva, dejando de lado espacios públicos que, sin grandes presupuestos, podrían recuperar su valor social y ambiental.
La equidad en la inversión pública implica entender que no todos los problemas se resuelven con proyectos de alto costo. A veces, una partida menor, bien administrada, puede transformar la experiencia diaria de miles de personas. El Paseo Ribereño no es solo un sendero junto al río: es un espacio de encuentro, ejercicio, esparcimiento y naturaleza que se extiende por más de 10 kilómetros, y su deterioro es una herida abierta en el corazón de Vallenar.
Ahora es el momento de que las autoridades pasen del discurso a la acción, destinando fondos para un plan sostenido de limpieza, mantención y mejoramiento. El Ribereño necesita más que retirar cañas; necesita recuperar su dignidad como espacio ciudadano. Porque un lugar abandonado es también un reflejo del abandono hacia quienes lo habitan y lo recorren.
