A la edad de 76 años dejó de existiren enero del presente año el conocido dirigente deportivo Mario Eduardo Arancibia Sarmiento, nacido en Vallenar el 8 de diciembre de 1946, y ligado por más de medio siglo al Club Deportivo Torino de esta ciudad.
Afincado en el barrio Matadero desde los 14 años cuando su padre, entonces exonerado de Ferrocarriles del Estado, dejó el barrio Estación y decidió comprar con la plata de su jubilación anticipada una nueva casa en la intersección de las calles Fáez y Talca. A propósito, el vitalicio dirigente del Torino aporta una curiosa confesión: “Yo debí ser del club Ferroviarios, porque mi padre trabajaba en Ferrocarriles y llegué a este mundo en el sector de la avenida Matta”.
-Yo asumí como presidente del club en reemplazo de Jorge Cruz cuando él se fue a trabajar a la minera Andina. Un día llegó a mi casa con los trofeos y el libro de actas bajo el brazo y me dijo: “Ahí tiene don Mario, le entrego el club porque yo me voy a trabajar afuera, hágase cargo usted. Esto tiene que haber sido alrededor del año 1975”.
Mario fue un dirigente abierto al diálogo: “Siempre he trabajado de la mano con todas las autoridades de turno, sin discriminación política ni religiosa, porque lo importante es trabajar para engrandecer a nuestro club”, me dijo para el libro que escribí en 2021 dedicado a los 70 años de su institución.
Sobre su incorporación al club del sector Matadero, acota: “A finales de la década de los años sesenta, Torino debíaincorporarse a la competencia con series juveniles, al igual que el resto de los clubes de la Asociación de Fútbol de Vallenar. Sabiendo que yo dirigía un equipo de jóvenes de mi barrio, el entonces presidente de Torino, Jorge Cruz, me pidió que me hiciera cargo de la creación de esta nueva serie, aprovechando que ya contaba con un contingente base”. Así empezó a jugar el Torino juvenil, alrededor del año 1969, mientras que Mario Arancibia ingresaba a la directiva del club como secretario.
Entre sus pretéritos recuerdos aflora la habilitación de la primera cancha de futbol del club, prácticamente a un costado del Vivero Municipal. “El ´Chino´Bolados, antiguo arquero del club, trabajaba en la empresa Quiroga, dedicada al movimiento de tierra, donde consiguió prestada una moto niveladora con la cual emparejó el terreno que se convirtió en la primera cancha y donde, posteriormente, comenzamos a jugar de local”.
Justamente, en su periodo como presidente de Torino, don Jorge Cruz obtuvo del administrador de la hacienda Ventanas, Roque Vergara, el ofrecimiento de comprar los terrenos ubicados en el sector naciente de la comuna donde el club tenía su cancha de fútbol. La moción fue presentada ante la asamblea de dirigentes de la Asociación de Fútbol, cuyos directivos se mostraron contrarios por la lejanía respecto del centro urbano y, por ende, las dificultades para acceder al sector en tiempos que no existía locomoción colectiva hacia allá. La existencia de un frondoso bosque en el entorno que dificultaría las tareas de limpieza y construcción de la cancha fue otra de las excusas planteadas por el cuerpo directivo
En la actualidad, el club cuenta solo con 8 hectáreas, ya que siete fueron vendidas en porciones diferentes a algunos particulares de la comuna, como René Urrutia, ex ingeniero de mina Los Colorados (5 hectáreas) y Chain Hawas(2 hectáreas), quienes los compraron con letras bancarias en 525 mil pesos de la época. “En ese tiempo, los máximos directivos del club eran los hermanos Oscar e Isidro Tapia, presidente y tesorero, respectivamente”, apunta Arancibia.
Para concluir, Mario Arancibia acota una anécdota para reflejar el grado de compromiso, identificación e involucramiento alcanzado por él y su familia con Torino: “Hasta mi suegra estuvo como presidenta del club, pero alcanzó a durar no más de un mes. No me acuerdo por qué tuve que renunciar y alguien tenía que asumir el mando, pero yo la asesoraba y le cooperaba en todo: iba a las reuniones de la Asociación, porque en ese tiempo no era habitual que las mujeres estuvieran en las directivas de los clubes. Es que uno se impregna tanto de esta misión, que el trabajo que hacemos para la institución es como si fuera para la familia de uno mismo, a pesar de que es ingrata, por las incomprensiones y las especulaciones de la gente”, concluyó.
Mario estaba casado con la señora Alba Molina Neira, con quien tuvo tres hijos.