Los recientes datos del Informe Nacional de Víctimas de Homicidios Consumados 2025 dejan al descubierto una realidad que debe encender todas las alertas en la provincia del Huasco y en especial en Vallenar. Siete vidas segadas —entre homicidios, femicidios y un parricidio— configuran un escenario que, aunque no alcanza cifras masivas, refleja una preocupante tendencia: el aumento sostenido de la violencia interpersonal y la normalización del conflicto como respuesta cotidiana.
Atacama registra una de las tasas más altas de homicidios por cada 100 mil habitantes del país. Este dato, más que un número, debe entenderse como una advertencia. La violencia no surge de la nada: se alimenta del abandono social, de la falta de prevención comunitaria y de la desconfianza en las instituciones. Cada caso es un fracaso del sistema en detectar y contener los riesgos antes de que se transformen en tragedias.
Por ello, es imperativo fortalecer los canales de denuncia oportuna y la prevención temprana, tanto desde las instituciones como desde la propia comunidad. Las señales de alerta —discusiones reiteradas, amenazas, comportamientos agresivos o consumo problemático— deben ser atendidas con prontitud y sin indiferencia. La seguridad pública no se construye solo con patrullajes o leyes más duras, sino con redes sociales activas, centros de apoyo accesibles y una ciudadanía empoderada que no tema denunciar.
El desafío para Vallenar y la provincia del Huasco es construir una cultura de prevención que proteja la vida en todas sus formas. No podemos seguir reaccionando cuando ya es demasiado tarde. La violencia no se combate con miedo ni resignación, sino con comunidad, compromiso y acción temprana. Cada denuncia a tiempo, cada intervención oportuna y cada gesto solidario puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
