El 5 de agosto de 2010 la gente del Biobío despertó en la madrugada, remecida por un sismo que seguía recordándoles el terremoto del 27 de febrero. La jornada siguió sin mayores sobresaltos, y nada hacia presagiar el calvario que vivirían 33 trabajadores de la hoy mundialmente conocida Mina San José, en el desierto de Atacama.
El derrumbe ocurrió cerca de las 14 horas, pero no incidió en la agenda noticiosa, sino hasta altas horas de la noche. Ello porque la compañía San Esteban, entonces propietaria del yacimiento, no avisó a las autoridades hasta cinco horas después de ocurrido el accidente.
Pero en la noche, poco antes de las 21 horas llegaron los primeros rescatistas a la mina y se dio cuenta de que el accidente mantenía atrapado a un turno de 34 personas. Luego se sabría que el número era de 33, pues uno de los incluidos en la nómina inicial se quedó dormido y nunca llegó a la mina.
La información fue general e imprecisa en las primeras horas. En el yacimiento trabajaban bomberos de Copiapó, Caldera, Chañaral y Diego de Almagro, además de Carabineros y personal dela PDI.
La intendenta de Atacama, Ximena Matas, dio cuenta de la situación “preliminar”, recalcando que no se podía hablar de “víctimas”, sino de “atrapados”, ya que no se disponía ninguna información sobre el estado de los mineros, pero se sabía de la existencia de un refugio con comida y abrigo para resistir unos días.
El Presidente Sebastián Piñera estaba en Colombia para asistir al cambio de mando, donde asumió Juan Manuel Santos, pero ante la tragedia decidió suspender el resto de la gira y retornar al país para hacerse presente en la mina.
El 7 de agosto, un nuevo derrumbe ensombreció las labores de rescate. El 19 de agosto, una de las sondas perforadoras llegó al lugar donde se esperaba que estuvieran los mineros, pero no hizo contacto. El 21 de agosto, otra sonda llegó a 80 metros de su ubicación.
Hasta entonces, los días se arrastraron lentos, como una pesadilla, para familiares y amigos de los atrapados, y para el país entero. A ratos decaía la esperanza de hallar con vida a los 33, cuestión que sólo se dilucidó el 22 de agosto, cando apareció el famoso mensaje de los mineros: “Estamos bien en el refugio los 33”.
El papel lo mostró el propio Presidente Sebastián Piñera, que viajó a la zona por segunda vez.
Desde ese día, el rol central lo tuvieron los técnicos y rescatistas que pusieron en macha varias alternativas para sacar a los 33 ala superficie, mientras se enviaban insumos mediante la sonda que tomó contacto con un área cercana al refugio.
Y la historia finalmente fue menos extensa de lo estimado inicialmente, cuando se pensaba que el rescate tardaría “no menos de tres meses”, como dijo en su momento el ingeniero André Sougarret.
La noche del 11 de octubre se inició el rescate que duró hasta el día siguiente, todo un éxito que concentró la atención periodística mundial.