En tiempos pasados, Vallenar se caracterizaba por poseer terrenos y zonas despobladas en las altiplanicies y límites urbanos que rodeaban a la ciudad. Haciendas, fincas y áreas de sembradíos y plantaciones, además de vetustos bosques, eran típicos paisajes de estas áreas en nuestra ciudad.
El verde oasis que se configuraba a lo largo del valle entre la pampa desértica y la llanura central, la riqueza agrícola de la zona y la rápida y prodigiosa hoya hidrográfica del río Huasco, hizo de Vallenar una ciudad con un futuro prometedor a lo largo de sus años, períodos en los cuales el pueblo se fue llenando de habitantes de diversas zonas que la veían como de “futuro esplendoroso”. Oriundos de todas partes de la región y del país llegaron a Vallenar, esperando de esta franja rica en valles agrícolas y actividad minera, surgir y conseguir un buen vivir para ellos y sus familias.
Sin embargo, varias de estos vecinos que al alcanzar suelo vallenarino, y advirtiéndolo agobiado de almas en la parte central de la ciudad como los alrededores de la Plaza de Armas, y calles principales y aledañas, no vieron otra posibilidad que vivir en las zonas despobladas de los altiplanos norte y sur que existían en la localidad. Incluso, la mayoría de las veces sin siquiera conseguir la autorización respectiva para instalarse en los terrenos y sin tener un techo bajo el cual cobijarse.
La hidalguía, el coraje y la valentía fueron los elementos comunes de estos hombres y mujeres que queriendo formar su núcleo familiar, arribaron a estos vetustos terrenos inundados de soledad y polvo, de yermo y aislamiento, pero también de esperanza y futuro.
Los habitantes que se ubicaron en la década de los 50 en el altiplano norte de Vallenar fueron formando poco a poco, con esfuerzo y tesón, sectores tan emblemáticos como la ex Cancha de Carreras, a un costado del cementerio, en la que hoy se yergue orgullosa y altiva, la actual población Hermanos Carrera. En el mismo altiplano, pero al lado este, se conformó la ex población Polvorera Antigua, que en la actualidad lleva el nombre de población General Baquedano. Estos eran terrenos en los cuales no existía nada, sólo sitios eriazos atravesados por canales de regadío y rodeado de bosques, que hoy son los mudos testigos de lo que en su época fue el sector. El altiplano norte en su sector oriente en aquel tiempo, era una planicie deshabitada ubicada en un terreno municipal denominado fundo “El Chijete”, el cual fue cedido el 26 de diciembre de 1918 al señor Alberto Coo Tagle, de parte del segundo alcalde de la época Arturo Roach. El terreno fue entregado por nueve años y se ubicaba en la primera altiplanicie del lado norte de la población, al poniente del fundo El Recreo, en un retazo que existe entre el faldeo de la segunda altiplanicie y la acequia por donde corre agua para el regadío del cementerio y del club hípico, extensión que en ese tiempo se estimaba en 10 cuadras.
Antes del 1900 no hay antecedentes acerca del origen del sector, sólo a partir del siglo XX antecedentes históricos y municipales, hacen notar acerca del poblamiento del lugar por parte de vecinos de Vallenar, que vieron como el radio urbano central no daba abasto para congregar a parroquianos que con sus familias llegaban a habitar la ciudad. Antecedentes históricos señalan que el altiplano norte era sólo un terreno baldío y eriazo en el cual uno de los límites era el cementerio antiguo antes de su segunda ampliación. Ya en 1929 el sector comienza a tomar forma con la formación de la población Gómez. El origen del nombre de la Población Polvorera radica en la ubicación en el sector de la Casa de la Pólvora, instalada en la otrora Quebrada del Hospital Viejo. Esta edificación ubicada en lo alto de Vallenar, también sirvió para que los vecinos del sector consiguieran de sus alrededores tierra vegetal y tierra para cortar adobes, además de solicitar al municipio terrenos para comenzar a formar un sueño: la edificación de sus hogares y la ilusión de una vida mejor.
Esa ilusión de comenzar una nueva vida fue complicada al comienzo. Familias completas llegaban al sector ubicándose en ranchitos de totora y greda, pasando las inclemencias del frío y el no tener los elementos básicos para sobrevivir, como el agua y la electricidad. Cada vecino que llegaba al sector se arrimaba a cualquier sitio deshabitado, con tal de hacer un pequeño ranchito y sobrellevar la vida de aquel entonces. Doña Jova Hidalgo quien junto a su marido llegó desde el mineral de Astilla, al igual que don Guido Gallo, recuerda el tremendo cambio que le significó llegar hasta la Polvorera Antigua. Y así poco a poco se fue pasando la voz en el bajo acerca de las tomas que se estaba formando en el altiplano norte, y en la cual la gente debía llegar y apropiarse de los terrenos. No había agua, luz, electricidad, ningún insumo básico. Sólo esfuerzo y tesón, esperanza y anhelos, sueños y voluntades, que ni siquiera el viento y la escarcha ha logrado acallar a lo largo de los tiempos.
Uno de los grandes problemas de los vecinos era el agua potable. La mayoría sacaba el vital elemento del canal que pasaba por los fundos ubicados en la parte más alta del altiplano, sin embargo, el problema radicaba en cómo transpórtalo hacia sus viviendas por las enormes distancias a recorrer. Sustos, miedos, alegrías y penas, vivieron durante estos trayectos. Sin embargo, era perentorio realizar aquel esfuerzo y vivir la aventura. El trayecto era bastante pesado y debían recorrer la mayoría de las veces distancias bastante largas y que agotaban a los hombres y mujeres del sector, por lo que instauraron un sistema que les trajo varias satisfacciones: Una tina rodante para el agua. Además del gran problema que acarreaba el ir varias veces a buscar agua al canal en las tinas o baldes, tanto para el uso personal como para cocinar, se sumaba el hecho de que en el sector no existía electricidad. La mayoría de las familias que llegaban a instalarse debían acogerse al calor humano y también al chonchón a parafina, que si bien era molesto por el olor que emitía y que dejaba los hogares con un insalubre olor, permitía que los vecinos obtuvieran algo de iluminación. Igualmente para poder entregar alimentos a su familia, debía acceder hasta los predios que estaban en las partes altas del sector y cortar leña para poder cocinar. El sacrificio que debieron vivir los vecinos y pobladores instalados en los sectores altiplanos de Vallenar, con respecto a las necesidades básicas primordiales fue enorme. Vivir el día bebiendo, lavando, cocinando y bañándose con agua proveniente del canal, en pésimas condiciones de salubridad, además de no tener los elementos necesarios para su cocimiento o limpieza hizo que en más de alguna ocasión alguno cayera enfermo. Lo mismo sucedía con la luz eléctrica, proceso que demoró varios años en concretarse como realidad en las poblaciones suburbanas.
El 29 de diciembre de 1960 se aprueba en el presupuesto N° 19 de la municipalidad de Vallenar, el oficio 02030 para señalar “que la empresa Endesa-La Serena ha dado término a los anteproyectos y presupuestos de Obras para la electrificación de las poblaciones “Los Carrera” y “La Polvorera”, consultando las líneas eléctricas para la edificación en “La Polvorera” de 13.200 volts de líneas, con una longitud de 300 metros y una subestación con transformador de 50 k.v.a”. Uno de los grandes impulsores del sector, fue siempre la municipalidad de Vallenar que bajó las tutelas de la alcaldesa Sara Cruz y del edil Emilio Zalaquett, apoyaron a los vecinos en la formación de su sector y en el que pudieran suplir sus necesidades más básicas, además de entregar soluciones a las inquietudes que presentaban los mismos vecinos. En 1960, bajo la solicitud del presidente del Comité Pro Adelanto de la población Polvorera, Juan Jofré Pacheco, se requiere a la municipalidad “la destinación de un terreno que quede al norte de la población, para ubicar allí a unas sesenta familias que no poseen donde vivir y para lo cual se procedió a confeccionar una nómina de grupos familiares de escasos recursos que pueden ser favorecidos”. La ubicación de las familias ya no era un tema al azar, en el cual él que llegara primero se apoderaba de un extenso pedazo de tierra, sino que era el municipio quien destinaría una porción de tierra equitativa para todos. Sin embargo, pese a todos los problemas y sacrificios que debieron realizar los vecinos, la población fue armándose poco a poco, edificándose paso a paso con bastante esfuerzo. Surgieron las inquietudes acerca de cómo educar en el sector a sus hijos, cómo levantar un centro de salud, qué nombre colocarles a las calles, cómo formar una agrupación de vecinos que vele por sus intereses frente a las autoridades. Miles de inquietudes que con el paso del tiempo y los años fueron subsanando. Con fecha 25 de septiembre de 1957, la municipalidad tutelada bajo la atenta mirada de don Emilio Zalaquett, realizó una sesión especial para tratar un tema importante en las poblaciones suburbanas, como fue la fijación de los nombres de las calles en estos sectores.
En la ocasión se trataron los nombres de la población Polvorera, haciendo presente que son éstos los que los vecinos desean para la población mencionada: de Sur a Norte, calles a lo largo: Bellavista, Atacama y Hermanos Carrera. De naciente a poniente, atravesadas: Paitanás, Condell, Latorre, Rancagua, Yungay, Balmaceda, Rodríguez y Bellavista. De naciente a poniente: Avenida Argentina.
Se debe agregar además, que “por unanimidad se presta la aprobación y a indicación del regidor Cortés, el nombramiento de calles de la población con los nombres de ciudadanos ilustres que se desean honrar”. En consecuencia se decidió colocar los siguientes nombres: Carlos Condell, Juan José Latorre, José Manuel Balmaceda, Manuel Rodríguez y José Miguel Infante.
El 3 de marzo de 1978, y bajo el decreto N° 180, artículo 3, se procedió a cambiar los nombres de algunas vías de las poblaciones altiplánicas, correspondiendo los siguientes cambios para población “La Polvorera”:
a) Aníbal Pinto pasa a llamarse Maipú,
b) Calle Baquedano queda como Los Aromos,
c) Manuel Rodríguez como El Roble,
d) Pedro Aguirre Cerda queda como calle Miguel de Cervantes
e) Paitanás como Claudio Gay, y
f) Gabriela Mistral como Manuel de Salas
En cuanto a los colegios y escuela en el sector, el proceso educacional fue bastante complicado, ya que cada uno debió cooperar para levantar las aulas que darían valores, enseñanza y educación a los más pequeños de la población. En 1957 bajo la dirección edilicia de Emilio Zalaquett, se presentó la consideración de crear escuelas municipales en los Hogares Sociales de las poblaciones suburbanas. El proyecto contenía las siguientes mociones: “La municipalidad acuerda establecer escuelas particulares en las poblaciones suburbanas, que serán subvencionadas por el Fisco. La municipalidad prestará todo tipo de ayuda y fijará una suma anual para reparaciones, útiles escolares y premios para los mejores alumnos; Los hogares sociales serán proporcionados para el funcionamiento de estas escuelas; Las mencionadas escuelas funcionarán en el día para niños y en la noche para adultos; El nombramiento de profesores los elegirá la municipalidad, en votación de una lista de tres nombres que presentará el alcalde; Para dar mayor comodidad a la atención de los escolares en la población, se comprará el terreno que queda al lado norte y La municipalidad instalará bibliotecas en cada Hogar Social, destinando cinco mil pesos anuales para cada una de las cuatro poblaciones”.
Jova Hidalgo, antigua pobladora y vecina del sector es parte de la junta de vecinos de la población, que en un comienzo recuerda eran comités y centros de madres. Entre el 58 y 59 se creó la Junta de Vecinos , para luego dar paso al Centro de Madres Polvorera, que en esos años y hasta la actualidad realizó varias obras y adelantos por la población.
Como en aquellos años había mucho terreno abandonado en el sector, las fundadoras del Centro de Madres decidieron tomarse un terreno para levantar su sede, tal como lo hicieron con sus hogares, decidieron darle vida a una agrupación que realizó bastantes acciones por la gente de la población. Sin embargo, lo avanzado en el último tiempo es un esfuerzo mancomunado del sector, que entre vecinos, amigos y familiares han creado una población que crece y se desarrolla con el pasar de los días.
Fueron varios los que en esos años para poder mantenerse y sobrevivir, además de entregar facilidades a los vecinos del lugar establecieron negocios y almacenes, para que las familias de la población no tuvieran que acudir al “bajo” o al centro a comprar sus víveres. Negocios que por años han dado tradición al lugar y que a través de los años se han mantenido incólumes al paso del tiempo, las tecnologías y la arrolladora competencia de grandes tiendas. Oficios y labores para todos los gustos existían en la población en sus inicios, los que ofrecían a los vecinos variedad a la hora de elegir. Faenación de chanchos y fotógrafos, fueron oficios que dieron cierta identidad al sector.A finales de los 60, se instaló en el sector el Mercado Periférico, que trataba de soslayar la carencia de víveres en la población, evitando que los vecinos acudieran al centro a abastecerse.
De acuerdo a la disposición sobre la creación de estos locales, adoptada en sesiones ordinarias del municipio, se acordó una serie de términos para la construcción de estos locales en las poblaciones suburbanas.
Se estableció por ejemplo, “contratar mediante la municipalidad con Servicios Habitacionales, un préstito por la suma de 70.000 escudos, con el objeto de destinarlo a la construcción de estos mercados en población Polvorera”, además, se indicaba que este préstito se cancelaría en 10 dividendos anuales, iguales, sucesivos y reajustables. El proyecto contaba con seguro de incendios.
Fue sin duda mucha la gente y familias que pasaron por el sector, las que aún perduran en el recuerdo de la población. Personas que llegaron buscando un futuro mejor y una mejor calidad de vida y se quedaron para siempre en el lugar. Y como en todo sector que se precie de tal, existen los vecinos populares y conocidos, en la ex población Polvorera y actual población General Baquedano, existe un lugar que trae a los vecinos muchos recuerdos como es la Piedra Resbalosa. El pedrusco que se ubica en un sector del barranco de lo que fue en primera instancia la población Polvorera, es recordada con bastante cariño y más que nada, con pretéritos pensamientos de alegría, ya que más de alguno vivió en ella momentos en su niñez, jugando con sus amigos; en su adolescencia conociendo a algún novio o novia, o ya en plena adultez llevando a sus nietos y sobrinos a jugar al lugar.Las cenizas del olvido siempre surgen al final del día, para interponerse a los avatares del futuro y así volver a transitar por el largo camino del tiempo. Tiempo que ha querido permanecer estancado, para que los que tiene “mala” memoria o los que sólo quieren olvidar encuentren en estos testimonios, que el pasado siempre seguirá vivo y permanecerá con el pasar del tren de los años. Un largo ferrocarril con años de historia y recuerdos que nadie ha olvidado, que muchos han atesorado y que otros pocos los han cultivado. Hubo algunos incluso, que debieron escamotear en su baúl de los recuerdos para encontrar aquella veta llena de evocaciones y remembranzas, como el pirquinero cuando encuentra el metal que por largo tiempo ha buscado, y que retrae hacia el pasado lo que fue aquella población Polvorera.
Una población que nació al alero del esfuerzo y la necesidad, y que a lo largo de los años se ha mantenido viva y surgiendo a pesar de los inconvenientes. Un sector que con el pasar del tiempo siente y necesita la obligación de hacerles saber a los nuevos vallenarinos que ellos son parte de la identidad local, de la costumbre… de la cultura… del ser vallenarino…