Los puentes de Vallenar, por Juan Ramos Álvarez

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La Ley de Municipalidades de 1887 dio mayor libertad a estas corporaciones para desarrollar su acción.
Con mayor independencia, los Municipales se preocuparon de atender al ornato, salubridad y seguridad de la población. Así vemos como en la sesión del 14 de julio de 1888, el Alcalde Vega manifestó a la Sala “que deseaba colocar algunos eucaliptus en la entrada de la Alameda situada al Poniente de la ciudad, cerrando previamente su entrada a fin de evitar que los animales las obstruyeran, y que del mismo modo y con igual objeto, había hecho arreglar y limpiar el callejón ubicado al Poniente del Paseo de la Libertad a fin de que el tráfico de las bestias tuviera lugar por ese camino, dejando libres el referido Paseo y el Puente”.
La Alameda Vieja, a la cual se refería el Alcalde Vega, estaba situada al costado de la Quinta llamada de “Los Alemanes”. Antiguo Paseo también llamado “Alameda de Prado”, fue durante muchos años el lugar donde se celebraban las fiestas patrias. Estaba plantada con eucaliptus y acacios, y era el sitio predilecto de las parejas románticas y de los chicuelos cimarreros, que andaban a la casa de nidos o merodeando por entre los chirimoyos y los perales de la Quinta vecina…
El puente al cual desembocaba el Paseo de La libertad, era el famoso Puente de Macaya, del cual dice Jacobo Degeyter que llevaba este nombre por el Ingeniero que lo construyó.
A propósito de los puentes de Vallenar estimamos de interés lo que sobre ellos dice el mencionado escritor vallenarino:
“Tanto los períodos de sequías como los años lluviosos, han hecho época en el Valle del Huasco.
“Desde la fundación de la Villa de Ballenary, por don Ambrosio O’Higgins, en 1789 hasta 1819, no tenemos noticias de esos fenómenos climáticos; pero en una de esas alternativas, una gran avenida destruyo el puente de Paitanás, construido por españoles e indígenas con avellanados sauces de Huasco Bajo.
Como los recursos de los habitantes eran insuficientes, debido al auge de las minas, se emprendió sin demora la construcción del segundo puente de cal y ladrillo y cuatro ojos, que fue inaugurado en 1828:
“Un gran período de sequía afrontó el valle desde 1819 a 1833. Celebrándose la Jura de la Constitución Política el año 1833, se desencadenó un grandísimo aguacero, que duró tres días y paralizó las fiestas. Siguió a este una formidable creciente del rio y entre los muchos perjuicios ocasionados a lo largo del Valle, hubo que lamentar la destrucción del hermoso puente de cuatro ojos, inaugurado hacia cinco años.
“Cuando Vallenar adquirió el título de ciudad, el Cabildo, presidido por don Bernardo de Hodar, procedió al mejoramiento de la ciudad y a la construcción del tercer puente, destruido el año anterior, construyéndolo con mampostería y vigas de fierro. Llevó el nombre de Puente Macaya. La avenida de 1888 destruyó este tercer puente.
“El cuarto puente de Vallenar, se levantó en el mismo sitio que los anteriores, aprovechando las vigas de fierro de éste último, pero dándole el doble de extensión. Este puente recibió el bautizo de fuego de los soldados de Balmaceda el 7 de julio de 1891.
En el año 1905 hubo temporales y aluviones en la cordillera durante doce días. El Rio Huasco acrecentó mucho su caudal, hasta que incontenible torrente en los últimos días de diciembre, destruyó el cuarto puente de Vallenar, y desbordándose por varias partes, destruyó el Paseo de la Libertad, que tenía cuatro cuadras de buenos edificios y arboledas y arrasó la calle de Sargento Aldea.
“El quinto puente fue construido en el gobierno del Presidente Ibáñez, al pie del faldeo sur de Vallenar. Es todo de concreto armado y bastante ancho para soportar las crecidas del Rio Huasco, que tan tristes recuerdos han dejado en el Valle. Es de lamentar que la defensa de este puente con canastillos de alambre no presente seguridad alguna, principalmente en la desviación que se hizo del rio al oriente del pueblo, donde puede observarse que esa defensa está terraplanada y con cualquier crecida saltara por encima la avalancha, tomando el antiguo cauce. Es también oportuno recordar que al construir el actual puente, no se haya restablecido el antiguo camino real hacia Freirina y Huasco, que prestaba a los agricultores del lado poniente tan útil servicios. Creemos que no sería excesivo el costo de ese camino en tres kilómetros de recorrido por el faldeo sur poniente, evitándose el grandísimo rodeo que hay que efectuar por detrás del fundo “Buen Retiro”, o de vadear el rio por un camino pantanoso”.
En los momentos que escribimos, están terminando los trabajos de la variante que empalmara con el camino al Puerto de Huasco, partiendo desde el Puente Ibáñez, con lo que se subsanó el inconveniente anotado por el señor Degeyter.

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