En tiempos donde la inmediatez de las redes sociales parece dictar el ritmo de la gestión pública, es urgente detenerse a reflexionar: ¿estamos gobernando para las cámaras… o con las cámaras funcionando?
El reciente rechazo al proyecto de cámaras de seguridad del municipio de Vallenar por parte del Consejo Regional de Atacama, pone en evidencia una preocupante desconexión entre el anuncio y la acción. Un proyecto que fue celebrado públicamente en mayo por el alcalde Víctor Isla —incluso con entusiasmo en redes sociales— terminó siendo el único rechazado de todos los presentados en la sesión plenaria realizada en Chañaral.
Y no fue por falta de recursos ni por prioridades del CORE. Fue por deficiencias técnicas y una mala elaboración del proyecto.
Aquí es donde se encienden las alarmas. No se puede jugar con algo tan delicado como la seguridad de una comuna. Porque mientras se postean mensajes celebrando gestiones aún no concretadas, la ciudadanía sigue enfrentando robos, violencia y sensación de abandono en los barrios. Y mientras tanto, los recursos no llegan, las cámaras no se instalan y los problemas no se resuelven.
Este proyecto, por un monto de más de $223 millones de pesos, simplemente no pasó el estándar mínimo de evaluación técnica. ¿Cómo se llega a ese punto? ¿Cómo se explica que en un tema tan prioritario se presenten propuestas improvisadas, incompletas o mal formuladas?
Es deber de cualquier administración municipal anunciar solo lo que está aprobado y respaldado por documentos, no simplemente lo que podría pasar si todo sale bien. Anunciar sin tener resoluciones formales no solo es una irresponsabilidad técnica, es una falta de respeto hacia los vecinos y vecinas, que esperan respuestas reales, no likes.
Este caso debe servir como ejemplo de lo que no puede volver a ocurrir. Gobernar no es levantar expectativas. Gobernar es preparar, coordinar, ejecutar con seriedad, y luego, cuando corresponde, comunicar.
La seguridad no puede seguir siendo parte del marketing político. No se trata de generar contenido, sino de generar confianza. Porque cuando los anuncios quedan en nada, se deteriora no solo la credibilidad de una administración, sino también el tejido de la democracia local.
Vallenar merece más que promesas mal redactadas. Merece una gestión rigurosa, transparente y efectiva. Y por sobre todo, merece que la seguridad no sea parte de una campaña de likes… sino de una política pública real.
