En la grandeza del desierto y la soledad del cerro, el silencio suele ser la compañía de un hombre valiente y esforzado, de manos callosas y pulmones terrosos que -sin importar el calor abrazador o el frío que cala los huesos- no se rinde. Con pasos seguros se encamina al pique para a punta de picota y dinamita extraer de las entrañas de la tierra el preciado metal. Ese hombre, para quien el temor a la mina no existe, pues es la compañera que da de comer, es el pirquinero.
Hombres y mujeres sin rostro para la mayoría de nosotros, que se alzan cuales héroes en la extracción de la riqueza y en el aporte al desarrollo del país, y que paradójicamente se encuentran desprotegidos.
No es desconocido que trabajan con poca o ninguna capacitación en los riesgos laborales, sin equipos adecuados, con cualquier ropa, que carecen de seguros sociales y de ninguna clase de garantías, y que constantemente -en su búsqueda diaria del sustento familiar- están expuestos a los accidentes y a convertirse en una cifra más en las escalofriantes estadísticas.
De acuerdo al informe de Accidentabilidad 2010, elaborado por el Servicio Nacional de Geología y Minería (SERNAGEOMIN), el cual recopila información sobre accidentes fatales en el período enero-agosto 2010, de los 28 accidentes ocurridos en dicho lapso, han fallecido 31 trabajadores, cuatro menos que el total del año 2009. Indica, además, que el promedio anual de accidentes fatales en la pequeña y mediana minería (12 entre ambas) triplican a los de la gran minería (4). Aún así, los de actividad artesanal superan ampliamente al resto: en el 2009 se registraron 20 fallecidos.
Pese a las precarias condiciones de seguridad, en los pirquenes se registran menos accidentes que en la mediana y en la gran minería. Los pirquineros basan esta presunta mayor seguridad en que tienen sus cinco sentidos alertas cuando trabajan y en que su lógica de extracción es diferente a la de la gran minería; ellos sacan el mineral con respeto y amor por la tierra y obtienen de ella lo necesario para poder vivir, además de que las ganancias se quedan en la región.
Para el presidente del sindicato de pirquineros, Ignacio Nazar, hacerse cargo del tema de seguridad laboral, capacitación y acceder a algún tipo de garantía social, es prioritario, por ello desde el año 2009 el sindicato viene realizando una serie de gestiones entre las cuales está la de dar charlas de prevención de accidentes en los establecimientos educacionales donde estudian los hijos de los pirquineros, quienes los fines de semana acompañan a sus padres a trabajar en las minas y a batallar constantemente contra las autoridades pasadas y presentes para que en nuestro país se ponga en marcha la declaración 176 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en relación al convenio sobre seguridad y salud en las minas logrado en el año 1995. Este reglamento obliga a los propietarios de minas a mantener la vigilancia de la seguridad y la salud, a inspeccionar los yacimientos de manera rutinaria, a notificar e investigar de los accidentes mortales o graves y los incidentes peligrosos, e incluye la facultad de la autoridad competente para suspender o restringir las actividades mineras en caso de que sea necesario, y para solicitar permanente capacitación en prevención de riesgos.
En este último punto se señala y destaca el ofrecimiento de las actuales autoridades para formar monitores de seguridad orientados hacia la minería artesanal.
Para el colectivo ciudadano este tema reviste interés, no sólo porque se trata de compromisos y justicia social, sino porque históricamente han sido los pequeños mineros quienes mayoritariamente han contribuido al crecimiento de país, y por ello debemos estar atentos al cumplimiento de las promesas realizadas.
Mientras tanto allí, arriba en el cerro, el atardecer seguirá sorprendiendo al pirquinero con sus manos duras y sus rudimentarios equipos hurgando la tierra en busca del pan diario, y a su familia esperando ansiosa en la ciudad.
Fuente y Foto: Diario Ciudadano El Quehaydecierto