1857 –1922
Cuando el profesor y poeta Jerónimo Godoy Villanueva murió en1911, no había alcanzado a conocer de la fama de su hija Lucila Godoy Alcayaga, inmortalizada en su seudónimo de Gabriela Mistral, que en 1945 fuera la primera mujer de Latinoamérica en ganar el Premio Nobel de Literatura.
Nació Jerónimo en esos campos hermosos del valle del Huasco, en la localidad de San Félix, Comuna de Alto del Carmen, el 12 de septiembre de 1857. Era hijo de Gregorio Godoy e Isabel Villanueva, cuyo origen eran familias de agricultores que por generaciones estaban en esas tierras. Tenía dos hermanas, con las que fue muy unido, pero el azar del destino les separó. Cuando crecieron, y de acuerdo a la formación cristiana del hogar, se pensaba que los tres tenía vocación para ser sacerdote y religiosas, respectivamente. Luego de una niñez muy bella, en San Félix y Vallenar, sus hermanas entraron a conventos, para seguir sus vidas vistiendo hábitos y al servicio del Señor. Jerónimo fue por el mismo camino e ingresó al Seminario de La Serena. Alumnos aplicado, sin embargo, tenía alma de poeta, de cantor popular, que gustaba tocar guitarra y participar en las fiestas, lo cual le fue alejando del camino de ser sacerdote. También era buen payador, que amaba el folclore y se destacaba tocando clásicos en violín.
Sus caminos como profesor rural lo llevaron a varios lugares de la IV Región de Chile, Santiago y luego en Atacama. En Montegrande conoció a una atractiva profesora, Isabel Alcayaga, mujer muy religiosa que era nueve años mayor que él. Tenía una voz muy hermosa y cuenta la tradición que se enamoró a través de esa voz tan linda. Incluso en su etapa de noviazgo cantaban a dúo. Ese amor a primera vista fue la más poderosa razón de dejar el Seminario. Se casaron, nacieron y nacieron sus hijos. Nacieron entre un ir y venir del profesor Godoy, que iba a con su guitarra, con sus canciones y con sus poemas. Las cosas no funcionaron muy bien en el hogar, donde su esposa Isabel, era muy apegada a una vida más estricta y dedicada a lo teológico. Vino la inevitable separación. Ya en 1889, año en que nació Gabriela, las cosas estaban mal por casa. El amaba a los niños y escribió un bello poema a su hija Lucila cuando era una bebé. Entre ese año y 1893 se iba de la casa, pero siempre volvía, hasta que no volvió nunca más. Una veja leyenda dice que se fue tras un amor. De todas maneras, en los versos del poema escogido, Corazón, que se publica con esta biografía se advierte dolor por el hogar.
Su poesía estaba quedó dispersa. El poeta Kabur Flores (Vallenar), conoció muchos de sus versos en cuadernos de ancianos y ancianas que fueron alumnos de Jerónimo Godoy en las escuelas del Huasco. Al parecer nunca intentó publicarlos. Amaba la literatura, como amaba a sus hijas, aunque fuera a la distancia. Lucila no solo heredó sus virtudes sino proyectó su obra al mundo entero.
Trabajó en pequeñas escuelas rurales del valle del Huasco. Se le recuerda por Quebradita en La Serena y en los últimos años de su vida en Tierra Amarilla, donde el profesor Godoy, como en todas partes, dejaba una hermosa huella en sus alumnos, por sus enseñanzas, por su carisma y por su motivación poética.
Su vida disipada había llevado por el mal camino del alcohol, pues se entusiasmaba demasiado en las fiestas. No solo en forma temprana se rompió la felicidad del hogar por culpa de sus excesos con su guitarra errante, sino más tarde, cuando estaba en los 50 años, ya ni trabajo en colegios estatales tenía, y se ganaba la vida como profesor particular de matemáticas y francés, lo que hacía muy bien. También era un gran dibujante. Solía decir a sus amigos y conocidos que Gabriela (el nombre adoptado por su hija Lucila), iba a llegar muy lejos, porque tenía mucho talento. Jerónimo Godoy, mientras era profesor particular en Tierra Amarilla (Región de Atacama), enfermó gravemente de una neumonía. Murió el 30 de agosto de 1911 y estaba tan pobre, que debió ser sepultado en el Cementerio de Copiapó, casi en indigencia, en lo que se llamaba «tierra de tercera», una fosa cavada en la tierra, con una sencilla cruz de madera, donde el olvido llegó con demasiada prontitud, porque su tumba en pocos años se perdió. Ni Lucila, Zoila, Carmen ni su esposa supieron a tiempo que su padre y esposo, en otros lares había dejado de existir.
Existen dos libros sobre la vida de Jerónimo Godoy Alcayaga, «Los devaneos de don Jerónimo» (biografía que ganó un premio nacional), de Benigno Avalos Anzieta; y «Jerónimo Godoy, padre de Gabriela», del historiador Oriel Alvarez Gómez.