Es un privilegio para mí inaugurar ésta sencilla columna dedicada a la historia local reseñando el libro “Bruno Zavala Fredes, Primer Educacionista Atacameño”, recientemente publicado en la ciudad de Vallenar por su autor, don Juan Espinoza Pereira, profesor, filósofo, sabio y amigo, actual Director del Liceo Pedro Troncoso Machuca de Vallenar. El texto a comentar tiene múltiples méritos, que intentaré solo esbozar, siendo de mi interés invitar a disfrutar de su deliciosa lectura a cada habitante de este pequeño valle que se interese en su propia historia identitaria local.
Juan Espinoza sustenta su notable texto valiéndose de materiales de gran valor historiográfico, algunos de ellos hasta ahora inéditos, rescatados del olvido gracias a su tenacidad y perspicacia de investigador; el autor logra además construir un sólido marco teórico que sirve para posicionar y entender cuál es la mirada que el historiador asume como propia, detalle de calidad que se agradece y que de por sí ya supera con mucho a las prácticas meramente factualístas, siúticamente anecdóticas, propias de un costumbrismo ramplón, cuando no retórico, que plagan buena parte de nuestra querida historiografía provincial, hay aquí, en cambio, un intento bien logrado de contextualizar lo que se da a conocer, de conectarse con lógicas exógenas, con hechos y tendencias que si bien se originan fuera de lo local, influyen grandemente en el aquí; se percibe un reconocimiento de distintas influencias teóricas: implícitamente se percibe un uso intertextual de Foucault, “Vigilar y Castigar”, vinculado a los distintos procesos por los que la sociedad moderna logra disciplinar y desarraigar a la mano de obra de anterior y reciente origen agropecuario, si bien no da cuenta de los procesos y mecanismos que esa misma sociedad pre-moderna intenta ejercer para evitar esa supresión de sus libertades previas, aún así es una perspectiva más que valiosa; también se percibe explícitamente la influencia de la llamada Historia Social, a través de una lúcida lectura de sus autores nacionales más connotados como Gabriel Salazar y Jorge Pinto, quienes si bien no han centrado su trabajo en la zona del valle del Huasco, sino que principalmente en el mineral de Chañarcillo y Tres Puntas, además de otras placillas del norte chico y más recientemente en la ciudad de Copiapó, son aporte consistente para analogar a la situación vivida en nuestro contexto territorial en los siglos XVIII y XIX, área espacial y cultural cuya investigación histórica presenta un retraso evidente en relación a la actual capital regional y a otras zonas del norte de Chile, no siendo suficiente razón la falta de fuentes documentales, situación que Juan Espinoza contribuye a poner al día. Otra de las raíces que el autor reconoce es la llamada “Historia Local”, extrañándose quizás una mayor profundización conceptual de la misma, ya que constituye una tradición historiográfica bastante delimitada, con alcance propio, confundida, muchas veces, con otros intentos de escritura sobre o desde “lo local”.
El maestro Espinoza consigue, además, contextualizar a Bruno Zavala, su propio superhéroe educacionista (desde ahora también entrañablemente nuestro) en su íntimo mundo intelectual, logra esclarecer las tendencias ideológicas que cruzaron su época, influyéndolo, modelándolo, como un huasquino hermanado con lo mejor y más avanzado del pensamiento humanista- iluminista de su época, como lo atestigua la creación, en momentos muy tempranos del siglo XIX y a costo personal, de escuelas primarias también de mujeres, especialmente para niñas pobres, hijas de mineros, tal vez inspirado en ese otro gran educacionista, atemporal, de escala subcontinental, Simón Rodríguez: “En las escuelas deben estudiar los niños y las niñas. Primero, porque así desde niños los hombres aprenden a respetar a las mujeres; segundo, porque las mujeres aprenden a no tenerle miedo a los hombres”.
En las ágiles páginas de Juan Espinoza, Bruno Zavala crea escuelas en Freirina, Carrizal Alto, Huasco Bajo y Alto, Vallenar y posteriormente en Copiapó, construye la hoy extinta Iglesia de la Merced, como un Manuel Rodríguez aparece mágicamente dirigiendo la construcción de la Iglesia Matriz de Vallenar en el lugar que hasta hoy ocupa; dona buena parte de los terrenos que permitieron el actual trazado urbano del centro de la ciudad de Vallenar, entre muchas otras acciones que desarrolló en la zona, como un patricio filántropo de ésta tierra; Espinoza logra además ahondar en la notable participación política nacional que tuvo éste paladín local, fruto de lo cual, luego de abrazar los votos sacerdotales, y a raíz de los sucesos derivados de la Revolución Constituyente de 1859, terminarán condenándolo a un injusto ostracismo en los días próximos a su muerte.
El notable texto del maestro Espinoza logra rescatar y retratar a éste prohombre local en sus múltiples dimensiones: hijo de un acomodado linaje, portador de una educación de elite, próspero empresario minero, heredero y multiplicador de los terrenos agrícolas y demás bienes familiares, liberal confeso, esposo, padre, político de fuste e influencia, luego devenido en sacerdote, sin por ello dejar de conjugar simultáneamente los anteriores aspectos de su compleja personalidad.
El libro de Juan Espinoza plantea algunas tesis de indudable valor para entender la conformación de nuestra historia e identidad local, ya que cuestiona la noción, firmemente asentada, de que el fenómeno de nacimiento del Estado-Nación chileno fue el impulsor principal del proceso de acceso y masificación a la educación formal en las zonas lejanas al centro político nacional, llámese éste en nuestro caso norte chico, norte verde, despoblado de Atacama, frontera norte, norte antiguo, etc.; el libro de Juan Espinoza nos plantea un proceso bastante más endógeno, muy temprano, local, nacido de la mano refundacional y reformadora del Cura Minero Bruno Zavala Fredes, primeramente en Freirina y sus enclaves mineros, luego Vallenar, después en el resto del valle del Huasco Bajo y Alto, arribando a Copiapó posteriormente, es decir con escasa ligazón al proyecto político centralista, forzosamente unificador, de la aristocracia agropecuaria de Chile central, devenida luego también parte de ésta en aristocracia minera en el norte de Chile.
En los tiempos actuales en que la Educación se debate entre el mercantilismo mas desembozado y los afanes de mejoramiento de acceso y calidad, entre el humanismo que construye seres humanos y el especialísmo reductivista utilitario que disciplina para el trabajo, resulta esperanzador la llegada de éste libro, cuya lectura permite, de paso, adentrarse libremente en los orígenes de la temática educativa, conocer sus paradigmas primigenios; el texto permite retroceder en el tiempo y caminar por las calles de Vallenar imaginando a este cura enigmático, mecenas, educacionista, complejo, que regaló lo mejor de su alma y de sus bienes materiales para lograr una educación igualitaria para pobres y ricos, niños y niñas, en la búsqueda de un fin más edificante y enaltecedor que el efímero lucro personal, reificado hoy como un dios por quienes confunden el dinero con el alma.
Vaya mi abrazo y admiración al maestro Espinoza, nuestro educacionista, por su esfuerzo que nos sirve para reencontrarnos con lo mejor del patrimonio cultural e identitario de este valle del Huasco.
Franko Urqueta Torrejón, Taller Cultural José Martí, Pueblo Hundido, primavera de 2012. (Octubre de 2012)
Ficha Técnica
Libro: “Bruno Zavala Fredes, Primer Educacionista Atacameño”, Autor: Juan Espinoza Pereira; Editorial Utopía Alcor, Agosto de 2012, 146 páginas, precio referencial $7.000.
Twitter: @FURQUETA